SERÁ el calor? ¿Será la sensación de que vivimos un periodo muy raro? No lo sé. Pero si uno repasa las noticias recientes, le entra la sensación de que algo muy extraño le está pasando a la gente que se dedica a la política. He estado doce días hospitalizado en una planta de cirugía digestiva, y cuando uno se halla en el submundo de un hospital público, donde sólo hay dolor y amargura, lo más fácil es imaginar que los enfermos sólo saben decir disparates, si es que alguna vez se atreven a hablar de algo que no sea su enfermedad. Pero ocurre justo lo contrario. En el hospital, todos los enfermos con los que hablé me trasmitieron una sensación de lucidez avasalladora. Muchos llevaban largo tiempo encerrados, y otros tenían enfermedades muy graves que les habían privado de todas las ilusiones, pero su lucidez y su sentido común no habían disminuido en absoluto. Y justamente por vivir en contacto con lo más desolador de la vida -el dolor, la desesperanza, el miedo, la soledad-, todos esos enfermos parecían curados de cualquier clase de delirio ideológico. Y todo lo que decían era razonable y sensato. Todo, repito.

Y en cambio, eso es justo lo que no sucede en nuestra clase política ni en la clase política europea. Pensemos, por ejemplo, en lo que se ha dicho estos días sobre Grecia. La izquierda más radical ha hablado de terrorismo y de golpe de Estado y de mafia europea, cuando las instituciones europeas le han prestado grandes cantidades de dinero a Grecia y la han salvado varias veces de la bancarrota. Y en el bando opuesto, mucha gente ha dicho tan pancha que había que castigar a los griegos porque eran unos sinvergüenzas y unos gandules. Y estas cosas las han dicho seres aparentemente racionales que no padecían ningún trastorno mental ni cognitivo. Y estas frases delirantes se han repetido en artículos y tertulias, y han circulado por las redes sociales, y nadie se ha parado a reflexionar un poco sobre las barbaridades que estaba diciendo ni sobre las mentiras -sí, mentiras- que estaba difundiendo cuando justamente creía estar diciendo la verdad.

Y algo así ocurre también con los partidarios de la independencia catalana. ¿Es que no se dan cuenta de que viven instalados en un desvarío muy peligroso? ¿No saben lo que ha pasado en Grecia? ¿Y no saben que las instituciones europeas no aceptarán jamás una independencia unilateral que se salte todas las leyes? Pero así vamos, instalados en el puro delirio. Y así seguiremos, me temo, durante mucho tiempo más.

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