Postales desde el filo

Derrotados

El independentismo idealiza la república y odia todo lo que esta democracia representa

El índice de democracia (Democracy Index), elaborado por la EIU de The Economist, pretende determinar el rango de democracia de 167 países, mediante una gradación del 0 al 10 que va de los más autoritarios a las democracias plenas. El último índice sitúa a España entre el 8 y el 9 de puntuación acompañada de EE.UU, el Reino Unido, Alemania, Holanda, Austria y por encima de países como Francia, Italia, Portugal, Grecia, clasificados entre el 7 y el 8. Este y otros estudios similares vienen a confirmar algo que no cabe poner en duda: que formamos parte del escaso número de países del mundo que gozan de plenas libertades o que nuestro Estado de Derecho es homologable al de las democracias más avanzadas. Ya sé que no es un sistema perfecto, pero se parece bastante a lo que soñamos quienes vivimos buena parte de nuestras vidas bajo la dictadura franquista. Pero esa imperfección es para algunos motivo suficiente para destruirla. Creen, entre otros pecados originales, que al no ser una República no es una democracia digna de tal nombre. Pero resulta que entre las cinco democracias europeas calificadas en los índices internacionales por encima de la nuestra -en el 9 y el 10- están el Reino de Suecia, el Reino de Noruega y el Reino de Dinamarca. Esas monarquías parlamentarias del norte cuyos modelos sociales tanto gustan a nuestros republicanos. Aquí podríamos aplicar la fábula del gato de Deng Xiaoping…. lo importante es que cace ratones.

El independentismo idealiza la república y odia todo lo que esta democracia representa. Precisamente es el embrollo catalán lo que nos hace perder la perspectiva de lo que realmente somos. Han logrado imponernos su marco mental, sus frames, su relato onírico y surrealista. Parecía inimaginable que un zascandil como Puigdemont, un rábula para Rubalcaba, pudiera tener en sus manos la agenda política. Por conseguir un millón de votos y ser el candidato holográfico del independentismo no dejas de ser un zascandil. El prófugo más mediático después de Roldán. Los votos no blanquean la corrupción política, ni tampoco la delincuencia institucional.

Saldremos de este embrollo porque, contrariamente a lo que el rábula pregona por Europa, somos una democracia sólida. La independencia no es una opción, ni de derecho ni de hecho, al menos en el espacio temporal que podemos vislumbrar. Y por que, en democracia, quienes desafían al Estado sólo pueden salir derrotados. Sí, derrotados.

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