¿Desaparecerán los conductores?

De nosotros dependerá que nos acostumbremos a su presencia o que sigamos negando la realidad

Durante la última década la evolución de los sistemas de conducción autónoma están evolucionando espectacularmente. Hoy podemos comprobar como muchos de nuestros transportes públicos (trenes, aviones, barcos, suburbanos, etc.) son guiados por pilotos automáticos llegando, en el caso del metro, a ser guiados sin conductor. Pero curiosamente son los vehículos más pequeños los que están tardando más en ser autónomos frente al ser humano, en parte debido a la actitud negativa al cambio que esto supone. Como diría el filósofo inglés Karl Popper, "la verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimientos, sino el hecho de negarse a adquirirlos".

Por ello las sociedades más avanzadas están preparando progresivamente su legislación, siendo conscientes de este cambio sin precedentes que nos llega. La primera zona donde se van a incorporar al tráfico habitual los coches sin conductor será el Estado de California, el próximo dos de abril. Mientras tanto en Europa aun seguimos discutiendo como deberán realizarse los seguros de dichos vehículos y sobre quien recae la responsabilidad de un posible accidente. Es la diferencia entre los lugares donde marca el ritmo su desarrollo tecnológico y aquellos otros donde impera la escrupulosidad legislativa. Probablemente cuando aquí empecemos a probarlos ya hayan desarrollado sus sistemas en Estados Unidos y nos volvamos a convertir en meros usuarios, pero parece ser nuestro sino.

¿Realmente qué nos asusta en todo ello, si a posteriori no nos preocupa que sean ordenadores los que realizan los viajes aéreos, incluyendo el aterrizaje o el despegue?. Probablemente el miedo resida en que a los pilotos no los vemos en sus cabinas, ni a los conductores de tren o metro, pero el pensar que un coche ande solo ante nosotros sí que nos paraliza. Se trata pues de un cambio trascendental de mentalidad, donde nuestra confianza en la inteligencia artificial, ante cualquier posibilidad de error, será determinante. Y son muchos los científicos que se niegan a dejar ese nivel de autonomía a los ordenadores, cuando después no son tan exigentes al saber que esas mismas computadoras controlan una central nuclear. Pero el camino hacia los vehículos autónomos ha empezado, y no solo para que aparquen solos, sino para ir automatizando cada una de sus acciones. De nosotros dependerá que nos acostumbremos a su presencia o que sigamos negando la realidad.

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