Tiempo Un frente podría traer lluvias a Málaga en los próximos días

Desde la Caleta

Manuel Atencia / Robledo

Descomposición

EL PSOE se encuentra en una situación límite. El no haber afrontado un proceso de refundación, como proponían destacados dirigentes, y cerrar el reciente congreso de la forma que lo ha hecho, ha empeorado sus perspectivas.

Ante las inmediatas elecciones en Andalucía, en el socialismo andaluz las cosas van de mal en peor. Si el congreso federal le salió a Griñán, como todo lo que toca, al revés de lo que quería, el desenlace del proceso de elaboración de las listas ha debilitado más si cabe al PSOE-A y ha disminuido sus posibilidades para el 25-M.

El espectáculo del pasado fin de semana y de los días posteriores son demostrativos de un partido sin liderazgo, dividido y que da por perdidas las elecciones. La pelea por los pocos escaños seguros -los que garantizan un cargo público en los próximos años- ha sido encarnizada.

El reconocimiento por los dirigentes nacionales socialistas del "lío" que tienen en Andalucía y sus negativos efectos electorales evidencian internamente lo que desde fuera cualquier observador deduce.

Al agotamiento de treinta años de poder y al desastre de gestión de los últimos años se le han sumado los continuos escándalos, entre los que destaca el fraude masivo de los ERES.

La posibilidad real de la alternancia junto a la esperanza de un futuro mejor en manos distintas a las de siempre ha corrido como la pólvora por todos los rincones de esta tierra.

Cuando una organización, que ha convertido sus treinta años de gobierno en un verdadero régimen se enfrenta a la posibilidad real de tener que abandonarlo todo aparece lo que estamos viendo en estos días.

Asistimos a la descomposición absoluta del régimen y de lo que fue una poderosa maquinaria política y electoral. Hoy el PSOE-A es un espejismo de lo que fue. Tiene al líder menos líder de toda su historia y a un partido desdibujado, desconectado de la realidad social y que ha perdido las responsabilidad de gobierno que durante años tuvo.

Chaves se tuvo que ir porque su etapa tocaba a su fin y la alternancia por primera vez aparecía como posible. Su apuesta no ha podido salirle peor. No solo el PSOE-A ha ido retrocediendo en los últimos tres años, sino que además su hueco no ha sido ocupado. Griñán, en cambio, ha preferido soltar lastre y se ha rodeado de un equipo que no ha demostrado ser mejor que el anterior ni en términos de gestión del gobierno ni en su capacidad política.

Para colmo, los dirigentes sólo piensan en el día después de la derrota. Cuando se sale a un partido de fútbol a perder, se pierde. Si además los jugadores de ese equipo se dedican a pegarse patadas entre ellos, el contrario te mete una goleada.

Los síntomas de descomposición son evidentes y preocupantes para el socialismo democrático, pero el papel curativo de la oposición parece no sólo inevitable, sino conveniente.

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