En la televisión francesa al ex primer ministro galo Manuel Valls, descendiente de exiliados catalanes nacido en Barcelona, critica la tentación de refugiarse en identidades locales. Explica cómo en Cataluña hay una autonomía que no se puede siquiera imaginar en Francia. Añade que la fuerza de España es tener regiones como Cataluña o el País Vasco, y que deshacer España es deshacer Europa: "porque si se abre ahora la caja de Pandora, después será el País Vasco, la Italia del norte y la guerra". Se dejó en la tinaja Flandes, Córcega, el Ulster… Ese trayecto ya lo recorrió Europa en los años 30: identidad, exclusión, violencia.

A Europa se dirigió el Rey en su alocución. Discurso criticado por algunos, por no mencionar diálogo o heridos, ni utilizar el catalán. El Rey no se dirigía a los hispanoescépticos, sino a una comunidad nacional e internacional confundida por imágenes de violencia en la calles, muchas de las cuales eran falsas. El efecto de sus argumentos sobre los medios extranjeros ha sido beneficioso. (Al margen de la difusión viral en las redes, el Gobierno ha perdido la batalla de la imagen probablemente porque en los últimos meses las oficinas de la Generalitat en Washington, Bruselas y otras capitales han trabajado más y mejor que las grandes embajadas españolas).

Después de restaurar la legalidad, habrá que tender puentes. No se sabe qué hará Puigdemont el martes: si anunciará una independencia suicida o buscará un acuerdo razonable. En Cataluña las autoridades han roto el contrato social que tenían con España. Primero, violando el Derecho. Han envenenado la convivencia pacífica: se insulta y acosa a los disidentes, se pintan los escaparates de sus tiendas, se les señala en los trabajos, en los barrios, hasta en la escuela a sus hijos.

Se ha quebrado también la idea de que la cooperación económica es provechosa, o que la compensación a las regiones pobres por un mercado interior sin aranceles es un buen negocio para las más desarrolladas. Y se ha producido una fisura cultural; como si ya no tuviésemos los mismos valores. En ese punto, pesa la educación. Es chocante que en las Escuelas Europeas de la UE se imparta una única historia de la II Guerra Mundial, en la que -por ejemplo- un profesor inglés puede tener alumnos alemanes, franceses y españoles, y que aquí tengamos 17 historias de España.

Ha habido pactos recientes para acoplar legalmente asuntos hispánicos de difícil encaje. Como la restauración de la legalidad republicana que hizo Suárez hace 40 años al acordar la vuelta del presidente de la Generalitat en el exilio, antes de que se redactara la Constitución. O el que permitió dar por bueno el referéndum andaluz del 28 de febrero del 80, que con la letra de la ley se había perdido, al no lograr una mayoría del censo de Almería a favor. Es posible encontrar fórmulas de consenso, si hay buena voluntad, moderación y se respeta el Derecho.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios