Deuda cero en Diputación

Y es que la lluvia trae prosperidad al campo, pero ruina a esta ciudad, que vive de un único cultivo, el turista

La Diputación alcanzará en junio la deuda cero, quedará libre de toda carga. Eso es una gran noticia, aunque no se convertirá en gran noticia, a pesar de lo acuciante que es sanear las cuentas públicas, después de todo lo que hemos pasado, y seguimos pasando. El endeudamiento público ha sido nuestro mayor lastre estos años, y la fuente de todos nuestros problemas, pero esto no será una primicia que corra como la pólvora entre la gente. Ni siquiera por comparación, con lo que nos gusta meter el dedito. Por ejemplo, la deuda del Ayuntamiento de Málaga, a septiembre de 2017, era de más de 500 millones de euros. Seguramente el alcalde dirá que es todo culpa de la Junta, ya saben. Pero es que Bendodo no debe nada, Paco. Nada. Y eso es importante, entiéndanlo, porque, aunque tendamos a decir "el Ayuntamiento debe", realmente aquí los únicos que debemos somos nosotros. Y acabamos pagando siempre, con el sueldo, con la pensión o con los servicios. "El déficit de médicos pone en jaque la asistencia sanitaria", decía el lunes una noticia destacada en este periódico, refiriéndose a nuestra provincia. Y no hace falta ser un lince para saber que el déficit de médicos es una consecuencia directa del déficit de dinero, en este caso de la Junta. Que, por cierto, en el tercer trimestre de 2017 debía más de 33 mil millones. Un pico.

Es decir, sobran razones para alborozarse porque haya alguna institución tomándose en serio esto de sanear las cuentas, pero mucho me temo que no será el caso. Estas noticias no suelen atrapar nuestra atención, lo siento Elías. Nuestro interés tiende a estimularse con cosas más mundanas, que den más juego en el ascensor, como la lluvia, que volverá a caer estos días. Se diría que Alguien se está apresurando por descargar todo el agua antes de la Semana Santa, y que así llueva a gusto de todos. Y es que la lluvia trae prosperidad al campo, pero ruina a esta ciudad, que vive de un único cultivo, el turista. El único fruto que no florece con el agua. Tenemos ya a todos los hosteleros pendientes del Cielo, para que el Señor pueda salir a las calles a atraer a los turistas, y nos rieguen con su fabuloso maná, aunque eso, a todas luces, no sea suficiente para atraer también de vuelta a los médicos. Que seguirán saliendo en procesión, pero mucho me temo que desde el aeropuerto.

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