Nadie piensa que la solución al laberinto catalán sea fácil. Son muchas las causas que lo hacen realmente complicado. Sin duda, la principal es la actitud de los dirigentes de los partidos soberanistas, que han decidido romper con la legalidad y las más elementales normas democráticas para conseguir su objetivo secesionista. Podemos seguir profundizando en la crítica a esa actitud, pero desde luego el camino hacia una posible solución no vendrá por esa vía.

Asumido que éste es con diferencia el principal origen del problema, no está demás analizar otras causa que también hacen intrincado encontrar una salida satisfactoria. El inmovilismo, la creencia de que la situación puede resolverse con la mera aplicación de la legalidad ha producido el efecto contrario. La seguridad de que el secesionismo catalán, con la teoría del suflé, es un problema pasajero y que por tanto, fracasado el referéndum de octubre todo volverá a la normalidad, es una actitud que, lejos de buscar soluciones, paraliza y aleja cualquier opción que no sea el paso del tiempo.

Hay también una muy extendida creencia fatalista que afirma que toda oferta, movimiento o reforma que se le ofrezca a los dirigentes catalanes sería un esfuerzo baldío pues siempre les parecerá insuficiente. Y posiblemente sea verdad. Pero esta actitud olvida que a quien hay que convencer no es tanto a los dirigentes políticos, sino a la mayoría de los catalanes que sin ser ni haber sido nunca separatistas necesitan propuesta y gestos que le permitan volver a confiar en España y en su Estado y desengancharse así de la actual corriente soberanista. Esta será la mejor fórmula de obligar a los dirigentes políticos a avenirse al pacto.

Otra dificultad que pesa como una losa en este endiablado asunto es la corriente purista de la unidad española y la exigencia de la simetría en cualquier caso. Desde luego hay que desterrar los privilegios que generan injusticias, pero tampoco hay que entregarse a un patrioterismo de aldea, dispuesto a llamar a las esencia del agravio antes de que se concrete cualquier propuesta, olvidando que nuestro actual sistema político se ha construido con el esfuerzo del entendimiento, el respeto a las diferencias y la asimetría política cuando ésta está justificada. Muchas son las dificultades como para poder erigirse en el portavoz de la verdad y la luz pero si no se intenta superar estas actitudes el problema catalán, lejos de solucionarse, se irá agravando.

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