Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Elogio de la croqueta... y del mejillón

Si a los del trullo les hubiesen dado un mendrugo de pan y agua del grifo el menú policial no habría sido tan criticado

No puedo estar más en desacuerdo con las protestas por la cena de Nochebuena que les pusieron por delante a los maderos desplegados en Cataluña. No comparto la indignación de tantas personas que se tienen por juiciosas, de criterio claramente definido y tan rectas en su proceder -todos esos que como escribe Philip Roth en Pastoral Americana van por la vida con la sensación de que todo el mundo está equivocado salvo ellos-, porque creo que su cabreo se debe no tanto a que el rancho de la pasma fuera una bazofia sino a que el de los presos -y qué presos, por ejemplo ese que tanta antipatía provoca a este lado del Ebro y que cuentan que se despachó un entrecot para conmemorar el nacimiento de Jesús, del que es ferviente seguidor- fuera mejor. Ahí les escuece. Este es el reino de la bronca por comparación: no es que algo esté mal en sí mismo y precise de una solución urgente, sino que no está al nivel de otra cosa, por lo que si empeoramos esta última para igualar la deficiencia ya lo otro no incordia tanto. Se ajusta la mediocridad para no tener que esforzarnos en la excelencia. Apuesto un brazo a que si los que están en el trullo hubiesen recibido un mendrugo de pan y una cazoleta con agua del grifo el menú navideño del barco policial no habría sido tan criticado por muchos de los que lo han hecho.

En verdad, lo que yo quería era reivindicar la croqueta. El vilipendio al que ha sido sometida estos días no es justo. Pocos remedios caseros y económicos como la croqueta hay para quitarnos el hambre. Si están hechas con dedicación y cariño, como las hacían las mujeres mayores de mi juventud -a las que tanto echo de menos en estas fechas-, no es exagerado calificarlas de manjar. En las noches de farra, cuando uno regresaba a casa midiendo las calles, encontrarse un plato con algunas sobrantes del almuerzo constituía un placer inigualable. Incluso frías, tal era la gazuza. Por eso me duele todo lo que se ha dicho estos días contra la croqueta.

Y sobre el mejillón, pues igual. ¿Qué quieren que les diga sobre el mejillón? Fresco, en todo su esplendor, sólo merece el aplauso, y algunos ejemplares hasta la reverencia y la adoración. No se debe rechazar un buen mejillón. Jamás. Está bueno de todas las maneras, incluso en las recetas más inimaginables. Buena cena de Nochevieja a todos y un mejor y menos quisquilloso 2018.

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