Voces de papel

Magdalena Martín

Elogio de la información

HAY semanas en la que, sin estar bajo los efectos de ninguna sustancia tóxica, puede experimentarse la sensación de haber sido involuntariamente introducido en el túnel del tiempo. Así ocurre sin ir más lejos con la trifulca entre la Conferencia Episcopal y el Gobierno, que nos retrotrae a la Edad Media, resucitando la teoría de las dos espadas, y el debate sobre la supremacía del poder espiritual que preconizó Bonifacio VIII allá por 1302 en la famosa bula Unam Sanctam.

Quizás fruto de esa sensación de irrealidad, algunos aspectos de la controversia se minimizan, mientras aparecen en segundo plano otros que sin embargo a nadie parecen preocupar. Entre brumas se adivina que quizás el núcleo de la cuestión no es tanto si la Iglesia tiene derecho o no a pronunciarse sobre qué opciones políticas responden mejor a su doctrina, sino el alcance o la capacidad de influencia que sus pronunciamientos pueden tener sobre el electorado, en este caso católico. A falta de evidencias científicas al respecto, el sentido común indica que en lo que a política se refiere, la opinión pública es mucho más sensible y permeable a los mensajes y las proclamas procedentes de otros sectores, especialmente de los medios de comunicación. Incluso el ciudadano más desinformado puede sentir la creciente presión que periódicos, radios y televisiones ejercen, a veces de manera subliminal, otras abiertamente, con intención de inclinar su voluntad, y por ende la balanza electoral, en uno u otro sentido. La conexión y afinidad de los grupos que dirigen la mayor parte de los medios de comunicación con los partidos políticos es tan obvia que suele presuponerse las simpatías políticas de un lector o un televidente según el periódico que lleve bajo el brazo o la cadena que sintonice. Y, sin embargo, a nadie parece preocupar que el llamado cuarto poder del Estado de Derecho intente interferir en los demás, al contrario, se da por supuesto que su labor no es informar, sino formar o conformar la opinión pública.

Por eso resulta tan gratificante que aún existan periódicos independientes que ofrezcan información para que los receptores la procesen y elaboren sus propias conclusiones y periodistas que, en el ejercicio de la libertad que la Constitución consagra, opinen sin trampas, es decir, sin pretender que aportan datos objetivos y neutrales cuando lo que en realidad ofrecen son lecturas subjetivas sobre la situación política actual. Por eso, cuando las elecciones lo ocupan todo es aconsejable recitar diariamente, como un mantra, una cita del maestro Kapucinsky: "Si entre las muchas verdades eliges una sola y la persigues ciegamente, se convertirá en una falsedad, y tú en un fanático".

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