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Definitivamente, el pluripartidismo le está sentando mejor a la derecha que a la izquierda

Definitivamente, el pluripartidismo le está sentando mejor a la derecha que a la izquierda. En el tiempo transcurrido desde que irrumpieron los llamados nuevos partidos da la sensación de que, pasado un primer momento de desconcierto en el que no se sabía bien cuál sería el espacio político que cada formación iba a ocupar, encontraron mejor y más fácil acomodo las de centro derecha que sus oponentes de la izquierda. No es que estas, PP y Ciudadanos, no abriguen el sueño de ser ellos solos capaces de gobernar el país, pero, mientras eso ocurre, parece que se han acomodado a ocupar cada uno su propio espacio. Es sintomático que la formación naranja haya acordado en su último congreso, con una sinceridad que se le agradece, deshacerse de cualquier ropaje de centro izquierda y haya buscado su definición política en el espacio del liberalismo democrático. Da la sensación de que las dos formaciones de derechas han aceptado la nueva situación, han comprendido cuál es su papel en el nuevo orden y se han conformado, una con no alcanzar la mayoría absoluta y otra con intentar ser la ayuda necesaria para el gobierno. Ciertamente muy europeo.

Todo lo contrario ocurre en el mundo de la izquierda política. Ninguno de los dos partidos, PSOE y Podemos, parece aceptar la nueva situación, y hablan de sus respectivos futuros como si el conseguir una amplia mayoría sin ayuda ni colaboración del otro fuera una posibilidad próxima y cierta. Es lógico que en sus discursos no abandonen la utopía y hagan llamamientos para conquistar por ellos solos la mayoría social y así poder gobernar sin ataduras, pero lo cierto es que en un análisis serio y riguroso de la realidad habría que concluir que, a medio plazo, sólo el acuerdo entre ambas fuerzas es el que hará posible que la derecha no siga gobernando en España. No enfrentar este problema con claridad y realismo y refugiarse en futuros improbables no despejará las dudas y colaborará a aumentar la confusión y decepción que atenaza al electorado de izquierdas. Por tanto, el PSOE tendrá que clarificar si su papel está en tratar de suavizar las políticas de un gobierno de derechas o cimentar un proyecto político que permita un futuro acercamiento en el mundo de la izquierda. Y, por su parte, Podemos tendrá que decidir si su papel va más allá de ser el enfant terrible de la política europea y está dispuesto, con los pies en el suelo, a colaborar para que exista un gobierno progresista. El problema es que por ahora parece que ambos van en la dirección contraria.

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