Una de las características que definen a España es la riqueza y variedad existentes en cada rincón de su territorio. Nada es unitario ni siquiera en sus regiones, provincias, barrios y hasta en casa por casa, a pesar de lo cual se crean estereotipos, tópicos y reducciones interesadas. Ni todos los andaluces bailamos flamenco y lucimos sombrero de ala ancha ni todos los catalanes bailan sardanas ni se tocan con barretina. Es verdad que, además del castellano, se hablan varias lenguas, a las que ahora quieren sumar, como oficial, el bable asturiano. En todo caso es riqueza para unir a un país enamorado de esas diferencias que no para desunir basándose en ellas. A los extranjeros siempre les ha gustado en sus referencias a España y a los españoles echar mano a los tópicos -los burlescos persisten, como ha demostrado esta semana el reportaje de The Sunday Times británico-, tópicos de los que ni siquiera ilustres escritores y hasta músicos han dudado en recurrir. Agradezcamos la molestia que se han tomado los viajeros -desde el romanticismo hasta hoy- y el cariño puesto en recoger nuestras costumbres y hasta ritmos, caso de Mérimée-Bizet con su Carmen, sin olvidar el respeto y profundidad que han puesto genios como Debussy.

Pero en lo que menos han reparado -excepto algunos hispanistas que han profundizado en la realidad española, social y política- es en la riqueza ornitológica de nuestro país. Quiero decir que en España abundan los pájaros y no sólo los que vuelan por nuestros cielos o nos arroban con sus trinos. Me refiero a los que andan por el suelo, con la agilidad de los pingüinos. Bromeaba la pasada semana sobre si Puigdemont vendría camuflado de Pájaro de fuego, que representará el Ballet de Flandes, en el Generalife. Es un pájaro -entre tantos que tenemos- que se lo está pasando muy bien con los flamencos belgas, pero que confiesa que su cuento republicano está tocando a su fin. Se ha convertido en un nuevo tópico de lo catalán, pueblo al que dice representar. Es una versión a la catalana de la Carmen, de Mérimée, como prototipo de las andaluzas y los toreadores. No sé si el futuro de don Carles será convertirse en protagonista de una opereta, lírica que ha disfrutado en su 'exilio' belga, junto con langostas y champagne, o emprenderá una carrera de cómico o payaso, cualidades de las que ha hecho gala.

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