LA hoja de enfrentamientos contra el Deportivo de la Coruña nos marcó un espectacular arranque y ahora nos está dictando un maleficio que espero que se acabe ya este domingo. Últimamente no le ganamos ni a las canicas a los coruñeses. Siendo más concretos, desde la temporada 99/00. Un gol de Darío Silva nos dio el triunfo ante el que entonces llamaban Súper Dépor. Lo que pasa es que el uruguayo, como ya habré dicho en alguna ocasión, es de los que ganaban partidos.

He de reconocer que lo que más puedo desear ahora mismo es que les ganemos ya de una vez, porque últimamente no hemos pasado del empate, resultado anodino y que no nos vale que se ha repetido en las últimas cinco visitas. Algo que para nada pasaba en los inicio, que fueron realmente buenos, con tres victorias, dos en Primera y una en Segunda. Diez goles del Málaga los adornan y en el último de ellos recuerdo una acción que nos impactó a todos los que estábamos presentes. Fue el 1 de octubre de 1950. El Málaga venció 4-2 y con ellos venía de portero un internacional que tenía el Coruña que se llamaba Juan Acuña. El gran Pedro Bazán le marcó dos de los cuatro goles, uno de ellos de penalti, que parece que lo estoy viendo en la portería de Preferencia mientras escribo estas líneas. Como le pegaba fortísimo, ni lo colocaba ni nada. Pegaba el chutazo y ya está. En esta ocasión iba por el centro de la portería y, pese a que Acuña no cayó a un lado, marcó. ¿Cómo? Pues le dobló las manos y se cayó de culo por la virulencia del impacto. Tenía un equipazo el Coruña por aquella época y su portero era un ídolo en la ciudad gallega y un buenísimo guardameta, pero lo de aquel día fue grandioso.

Como también creo que lo es que La Rosaleda, nuestro estadio, vaya a cumplir 70 años. El club va a celebrar la efeméride este fin de semana ante los coruñeses. Yo puedo decir que he tenido la suerte de disfrutar estos 70 años. Como soy un romántico, quiero que conste que el día 13 de abril, el miércoles de la semana que viene, se cumplen los 70 años de que pisé La Rosaleda por primera vez. Fue ante la Ferroviaria de Madrid. Como tuvimos que salir de los Baños del Carmen huyendo porque un temporal había tirado hasta una portería, tuvimos que irnos a Martiricos sin que el estadio estuviera terminado.

También se puede decir que se inauguró terminada a finales de septiembre de ese año, con el Sevilla. En el acto, Vera, por entonces capellán del club, lo bendijo. Le doy gracias a Dios de poder estar 70 años yendo a La Rosaleda. Me trae muchos recuerdos, la mayoría de mi padre.

Parte de estas memorias se las describiré con gusto: me acuerdo de que a finales de los años cuarenta la situación económica del club no era boyante. Se pidió a los socios que colaboraran, en la medida de sus posibilidades, con un dinero aparte del abono. Aún conservo los recibos de la contribución de mi progenitor. Y hablo en plural porque también me ponía a mí uno. Ha sido tanta su influencia en mí que hasta el año 2000 renové su carné de socio. Ese año se lo cedí a un chico que venía conmigo desde pequeño, nieto de un amigo de mi padre. Hoy en día él se sigue sentando a mi lado y es el que me lleva al fútbol en su coche.

De todo este tiempo, no me acuerdo haber faltado a algún partido del Málaga. He ido hasta con fiebre. Una de esas ocasiones fue siendo bien jovencito. Para no perderme el partido, engañé a mi padre con el termómetro que me ponía para medirme la temperatura.

Como son experiencias que puedo asegurar que he vivido, las siento todas de una manera muy personal. Aunque las que les voy a contar para finalizar este modesto homenaje a los 70 años de La Rosaleda, puedan ser algo menos que las anteriores. Porque en nuestro estadio he tenido la suerte de ver tantas cosas... Como a Álvarez, que fue uno de los mejores extremos que tuvo el Málaga, dando tres quiebros a Gallego, central histórico del Barcelona, en el semicírculo del área tras los que le tuvieron que retirar lesionado en la espalda.

O el día que el Barcelona nos metió 0-7 en Copa. González, un defensa izquierdo nuestro, que es padre del González que estuvo en el Zaragoza y que hoy es catedrático, tuvo una muestra de su pundonor ante Basora, un impresionante futbolista. El jugador blaugrana le dio cinco, seis quiebros. En la siguiente jugada, tres o cuatro más. A la tercera González se tiró de cabeza contra sus pies de Basora, uno de los mejores jugadores que he visto en mi vida, para frenarle.

Tengo la suerte de haber visto cientos de jugadores. Y es que empecé a ver fútbol en el 38, en plena Guerra Civil. Los soldados del Benítez hicieron un equipo que se llamaba CD Montaña. Pero la primera vez que vi al Málaga fue en el 39. Vino aquí el Onuba (ahora Recreativo de Huelva) a jugar ante el Malacitano. Y este fue su once: Pedrín; Chales, Juanele; Pepito, Salazar y Mitje, Meri, Tomasina, Calderón, Zárraga y Chacho.

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