La Europa de los ciudadanos

Son muchos los ciudadanos que empiezan a actuar en virtud del inmovilismo de sus autoridades

Con este grandilocuente título de La Europa de los ciudadanos, las altas instancias comunitarias tratan de convencernos de que, a pesar de su alejada vida en Bruselas, siempre están cerca de sus representados. Pero cuando tratamos de ver cómo se reparten y hacia dónde se dirigen nuestros impuestos, esa esperada igualdad entre todos brilla por su ausencia.

Hoy son muchos los ciudadanos que empiezan a actuar en virtud del inmovilismo de sus autoridades. Sirva de ejemplo como el colectivo de Barrenderos Malagueños Voluntarios, cuyas siglas BMV no pueden ser más identificativas de una zona como El Limonar, ha empezado a limpiar las calles de su barrio ante la dejadez del Ayuntamiento. Mientras Limasa parece olvidar de que sólo la limpieza de la ciudad justifica su propia existencia. De seguir así, y viendo como la recogida diaria deja de ser una prioridad en la mayoría de las ciudades europeas, el ahorro de impuestos puede llegar a través de una disminución de estos servicios hasta el mínimo necesario. Y si finalmente se acaba dejando de ser imprescindible, probablemente muchos barrenderos empiecen a pedirle explicaciones a estos líderes sindicales que les han llevado demasiado lejos.

Por otra parte, otros colectivos han recordado al gobierno regional sus promesas electorales sobre la línea de Metro al Este de la ciudad de Málaga. Es más, su propuesta es tan realista, y tan resignada a que la Junta de Andalucía no piensa dedicar ni un euro a esta obra, que pretenden financiarla a través de las compras en el propio barrio. A pesar de que Nueva York y Boston, como así reivindican, usen esta fórmula, probablemente se necesiten varias generaciones para llegar a cubrir el presupuesto que estas obras requieren, pero la simple iniciativa es un claro toque de atención ante los proyectos incumplidos.

Estas ideas, en el fondo, nacen de la ilusión de muchos por sacar adelante nuestras ciudades y del descontento creciente con los que fueron votados para impulsarlo. Cuando observamos nuestras carencias más acuciantes, y vemos como los gobernantes se dedican, por ejemplo, a presentar campañas contra los piropos, solo se plantean tres posibilidades: o nuestras necesidades están plenamente cubiertas, o algunos están muy aburridos o nuestros políticos viven ajenos a la realidad. Y parece que quedan muchas cosas por hacer, sobre todo si queremos una Europa de los ciudadanos.

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