Postales desde el filo

Explicar lo inexplicable

Conocemos los hechos acontecidos en Cataluña, pero no podemos entender las razones de tanta crueldad

Nos han contado de forma detallada los sucesos de Cataluña del pasado jueves: repitiendo las imágenes del horror, narrando los terribles acontecimientos por las radios y en las extensas crónicas de los periódicos. Conocemos los hechos, pero no podemos entender las razones de tanta crueldad. Aunque el atentado de 2004 en Madrid fuese aún más cruento, si cabe, y de que los hayan sufrido en otras ciudades de otros países, esa terrible e inesperada descarga de odio nos sume de nuevo en la perplejidad. Sobre este tipo de terrorismo tenemos la doble sensación de que todo está dicho y de que todo está por decir. Parece que pierdan significado las palabras con las que analistas y expertos tratan de explicarnos lo inexplicable.

Los sangrientos atentados se imponen a cualquier otra cuestión, pero cabe decir que han golpeado en un momento de profundo malestar. A la elevada tensión política catalana se ha sumado la crispación creada por la huelga que sumió en el caos al aeropuerto del Prat. Este último hecho -como el conflicto del taxi en nuestra ciudad- más que como una acción reivindicativa concreta habría que interpretarlo como expresión de un profundo malestar social: la precarización laboral, el empobrecimiento de trabajadores y clases medias, así como el carácter disruptivo de la digitalización y robotización en los servicios y en la industria, están entre sus causas. Vivimos en las sociedades del riesgo de las que nos habló Ulrich Beck. Probablemente no sea prudente mezclar en una misma columna riesgos de tan distinta naturaleza. La amenaza del ciego fanatismo religioso del Estado Islámico es la más inquietante. Buena prueba de ello es lo que vamos conociendo sobre la preparación del atentado del pasado jueves. Pero por preocupemos, antes que nada, de perseguir a los que amenazan nuestra seguridad, no podemos olvidar las causas sociales y económicas que amenazan nuestro bienestar. Lo cierto es que, en momentos como estos, nos sentimos impotentes. Tenemos la desagradable sensación de que la política, cómodamente instalada en asuntos propios del siglo XIX, no tenga respuestas a los interrogantes del mundo de hoy. Sostiene M. Ignatieff que estamos necesitados de una nueva visión histórica que crea en la existencia de una lógica profunda en el despliegue del tiempo. Porque los portadores del humanismo y racionalismo ilustrado, liberales o marxistas, no pueden explicar el mundo en que vivimos.

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