Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Fariseos

El Domingo de Resurrección todos los periódicos recogían que Suárez había legalizado al PCE el Sábado Santo

Recuerdo que la gente a la salida de la iglesia no hablaba de otra cosa. Era Domingo de Resurrección y esa Semana Santa la pasamos en Gandía. No había móviles, los periódicos eran de papel y todavía vivían con el latiguillo del ayer tuvo lugar. El ayer de aquel domingo había sido Sábado Santo y Adolfo Suárez aprovechó que toda España estaba de vacaciones para legalizar el Partido Comunista. Esa medida supuso resucitar la democracia, amortiguar los efectos de enfrentamiento, odio tribal y también muerte esparcidos tras la Guerra Civil de 1936. Por fin se contaba con el elemento aglutinador de la oposición al franquismo, con el tabú rojo excluido del contubernio de Múnich.

Fue una decisión atrevida, valiente, que dinamitó las entrañas del franquismo. Las políticas, porque las entrañas sociológicas ya llevaban mucho tiempo convertidas en objetos arqueológicos. Franco llevaba muerto menos de un año y medio y dos meses antes de la legalización unos matones de la ultraderecha asesinaron a cinco abogados en el despacho de la calle Atocha. El Sábado Santo de 1977, Adolfo Suárez escribió una nueva página de la historia de España. Para unos fue Judas Iscariote; Pilatos para otros; la encarnación del Mesías de la democracia entre los más generosos, cuando no Dimas o Gestas como el buen o el mal ladrón.

Terminada aquella Semana Santa, todo se vivió con muchísima pasión. El 27 de abril, Rafael Alberti volvía del exilio y dos meses después ocuparía su escaño como diputado comunista en el Congreso de los Diputados. Ese mismo año le dieron el Nobel de Literatura a su compañero de generación Vicente Aleixandre. Los periódicos del Domingo de Resurrección los monopolizaba la noticia del Sábado Santo rojo, como tituló Joaquín Bardavio su libro. Al frente de todas las regiones militares estaban generales que habían combatido en el bando mal llamado nacional durante la guerra. Un discreto fontanero político de Cebreros, que había sido gobernador civil de Segovia, enterraba en vísperas del Resucitado el adagio de Mariano José de Larra: "Aquí yace media España, murió de la otra media".

El recuerdo debe ser el mejor antídoto contra la desmemoria y contra la ingratitud de los nuevos fariseos.

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