Federico Trillo, el empecinado

Tras su responsabilidad en la tragedia del Yak 42, en vez de pedir humildemente perdón y retirarse, reclamó un premio

Al ex ministro de Defensa Federico Trillo le sobran terquedad y soberbia. Su arrogancia no le permite pedir perdón por los errores que costaron la vida a 62 militares españoles en mayo de 2003. Un dictamen del Consejo de Estado ha establecido su responsabilidad en el accidente del Yak 42; por la desidia con la que su Ministerio contrataba aviones chatarra para transportar tropas desde Afganistán y desoía las quejas. El informe es una victoria moral para los familiares de las víctimas y el final de la carrera política de Trillo. Ahora se ve obligado a dejar la Embajada en el Reino Unido, pero henchido como un pavo real dice que se va porque quiere, que nadie se lo exige y nada le obliga.

Este empecinado no es Juan Martín, héroe contra la invasión francesa inmortalizado por Goya y Pérez Galdós, que hostigó con sus guerrillas al ejército de Napoleón. No. El embajador es más villano que héroe. Trillo será inmortalizado porque su Ministerio hizo viajar a los soldados en precario. Hubo cinco reventas en el alquiler del avión: el Ministerio pagó 150.000 euros y el quinto subcontratista cobró 37.000. Será recordado por la bajeza de entregar a los deudos restos recogidos al azar. Tras maltratar a los soldados, despreció a sus familiares.

Será perpetuado por la testarudez de no admitir esos despropósitos y el empeño de seguir en el machito. En vez de presentar humildemente sus disculpas y buscar un retiro discreto, reclamó como premio la Embajada de Londres. ¡Y se la dieron! De hecho, Federico Trillo sigue protegido por el PP y su jefe. Rajoy, con una asombrosa frialdad dijo el martes que este asunto, "de hace muchísimo tiempo", ya está sustanciado jurídicamente. Y se quedó orondo.

Pero el Yak 42 no es la única afrenta de Trillo a los españoles. Siendo diputado cobró en tres años 350.000 euros a una empresa dedicada a obra pública, beneficiada con parques eólicos en Castilla León. Eran asesoramientos verbales de los que no hay constancia alguna. Su socio en aquel negocio, el también diputado Martínez Pujalte (75.000 euros en un año), admitió que no era muy ético, pero "todo era legal". La moral no es la principal fortaleza de este político, sino la argucia. Consiguió que el PP eludiese su responsabilidad en el caso Naseiro, al declararse ilegales las escuchas que demostraban aquel caso de corrupción. E intentó el mismo ardid en el caso Gürtel, sin éxito.

Bien pensado, con ese historial la soberbia y la terquedad no son los peores defectos de este moderno empecinado.

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