Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Fuego intencionado

Si yo no tuviera a Cervantes y su lengua y la posibilidad que este escritor y otras escritoras y escritores me han dado de poder hablar y escribir gracias un instrumento prodigioso que se llama castellano, elaborado, también, con materiales orales nobilísimos, aportados por personas que nunca supieron escribir pero que cuidaron su lengua con reverencia y placer durante siglos, el día 1 de octubre, aprovechando la ola catalana, convocaba en mi casa un referéndum, lo ganaba por el cien por cien de los votos y desconectaba. Suena hasta bonito: República Elaia ('olivo', en griego), que es como se llama la casa, porque tiene dos árboles de esa especie que me dan todos los años dos sacos de aceituna que llevo a un molino de Gójar donde me los cambian por dos garrafillas de 5 litros de aceite, de gran calidad y de toda confianza.

El nombre lo tomo mi mujer, leyendo una magnífica traducción al castellano de la Ilíada, en el pasaje donde la fiel Penélope reconoce a su marido, tras 20 años de ausencia de Ítaca, cuando éste le recuerda que el lecho en el que consumaron el matrimonio tiene una pata de olivo que hunde sus raíces en la tierra. Y que es la metáfora que expresa el carácter inquebrantable de su compromiso. El nombre griego -Elaia- me pareció, en un principio, algo cursi, pero con el paso del tiempo ha llegado a resultarme apropiado y bien traído. Mi compromiso con España, sin que esto tenga la más mínima importancia ni consecuencia, es con su lengua, con las poderosas metáforas, originales y traducidas, que conocí gracias a ella. Con ese regalo enorme que hoy me permite disfrutar del placer de hablar (más de la cuenta) con gente insufrible, con gente adorable, con gente tan habladora como yo, que sabe escuchar, con gente silenciosa que no suelta palabra y te mira, como si te estuviera haciendo un TAC. Que me ha permitido desde chico aprender de los que saben.

Cada vez que veo a Rajoy, me entran ganas de independizarme, de salirme; cada vez que me golpea la prosodia de Susana Díaz, echo a correr. El otro día, oyendo a Pablo Iglesias referirse al secretario general de PSOE como "Pedrito", estuve a punto de fletar un yate de recreo y perderme en el océano. Pero me retiene, con lazos fortísimos, Cervantes y, con él, mi madre y todos los que me ayudaron a comprender -aproximadamente- el mundo y a pensar en castellano. Gracias a ellos, barrunto que lo que se traen entre manos Rajoy y Puigdemont es un juego de trileros. La performance de Puigdemont es tan irracional como el remitirlo a la Constitución, redactada para que de aquí no se vaya nadie. Y nosotros en medio. Parece como si los maravillosos 78 años de guerri-paz de los que hemos disfrutado, no les vinieran bien a estos señores y que, metidos en el atolladero de su incapacidad para gobernar, necesitaran de una guerra con un pilón de muertos, para arrasar el territorio y borrar la memoria de sus rapiñas, errores, ineptitud y sevicias. El fuego, si termina por prender, será intencionado.

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