Gente normal

En una época impregnada por el relativismo cultural la sociedad acaba perdiendo el norte

El padre de un amigo mío de Valverde del Camino, cuando oía alguna de las excentricidades en que se ha convertido el mundo actual, en una expresión llena de senequismo, decía: "¡Desde luego, cada vez quedan menos gentes normales como nosotros!" Y la verdad es que, aparte de lo anecdótico de la expresión, habría mucho que hablar sobre lo que es normal y lo que no lo es. En una época impregnada por el relativismo cultural, la sociedad acaba perdiendo el norte y no se sabe lo que está bien y lo que no lo está, lo que es bueno y lo que no lo es. Montaigne admitía el relativismo, excepto en temas de moral y ética dentro de cada cultura concreta. Y es que incluso dentro del mismo relativismo podemos afirmar que todo es relativo.

Por eso, ¿qué es lo que podríamos considerar como gente normal? Yo diría, simplificando mucho, que aquella que hace su vida sin molestar a nadie y desempeña su trabajo con honestidad y eficacia. Asistimos diariamente al bochornoso espectáculo de ver cómo los que se creen importantes y van por la vida como salvadores de la humanidad, adornan su currículum con méritos inexistentes, desvían fondos públicos a empresas de amiguetes, llenan sus bolsillos con sobres ilegales o cobran sueldos de universidades a las que nunca han asistido. ¡Qué hemos hecho, Señor, para merecerlos!

Al final, el mundo se mueve gracias a las gentes normales y sencillas que diariamente madrugan para llevar a sus hijos al colegio, que van a su trabajo puntualmente, sin más pretensiones que hacer las cosas bien hechas, que desempeñan su labor sin sentirse por ello importantes ni aspirar a ser reconocidos públicamente. A pesar de tantas irregularidades por parte de muchos jerifaltes, los trenes siguen circulando, los colegios siguen abriendo y los hospitales siguen funcionando, gracias a gentes trabajadoras y honestas que lejos de otras pretensiones se dedica a cumplir con su obligación.

Si uno pasea por la ciudad poco antes de las nueve de la mañana ve la cantidad de padres y abuelos que llevan de la mano a sus hijos o nietos camino del colegio. Si uno va una noche a una sala de hospital ve la cantidad de sanitarios que están pendientes de que todo vaya bien para los pacientes. Si uno se acerca por un centro de acogida ve la cantidad de voluntarios que trabajan desinteresadamente por ayudar a los que lo necesitan. Estas personas son las auténticas gentes normales.

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