SUFRIMOS tiempos extraordinarios y uno pensaría que ante una situación que se valora como la peor que ha sufrido el mundo occidental en los últimos años, estaríamos analizando ahora el plan de choque que debería haber diseñado el Gobierno y no un conjunto de autorizaciones de gastos que no son más que pequeños parches mal pegados, producto, algunos, de la improvisación, y de ocurrencias. Estamos ante una crisis que se conjuga en todas las direcciones y hasta el momento el Gobierno sólo ha sido capaz de dar palos de ciego y bandazos. Incluso algunos barones del partido, como el caso de Barreda, no esconden su malestar con las políticas dictadas desde La Moncloa y proponen un cambio de gobierno en julio y el recorte de ministerios "para ganar terreno a la crisis".

De momento, el nuevo Gobierno ha ejecutado un paquete de medidas destinadas a compensar parcialmente el parón de la construcción mediante inversión en obra pública, formación de los parados, recortes fiscales para las familias, ayudas para aligerar la carga hipotecaria y devoluciones anticipadas del IVA para las pymes. Ninguna de ellas ha conseguido aliviar el drama del paro que padece este país, que ya supera los 4 millones de desempleados, algo impensable hace sólo un año. El prestigioso diario británico Financial Times aseguraba en sus páginas que en España se gesta "un drama mayor que el de Grecia" y el propio comisario de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia, llegó a comparar la semana pasada la situación que vive España con las del país heleno y Portugal ante el enfado mayúsculo de Salgado. Y para colmo el esperpento con el que está encarando el asunto de las pensiones está terminando por debilitar aún más a un Gobierno que ya no tiene pegada.