EL Zaragoza nos es un equipo antipático en cuestión de resultados. Sólo una vez ganó el CD Málaga y otra el Málaga CF, ambos 0-2. La primera vez ocurrió en la temporada 52/53, en la cual llegamos a tener tres técnicos distintos: Antonio Barrios, el gran Helenio Herrera y Gabriel Andonegui. La otra tuvo lugar hace nueve años, con un zurdazo de Darío Silva de casi el centro del campo imposible de olvidar. Yo fui a La Romareda de pequeño con mi padre. Me gustó el estadio, aunque había un público extraño que no me gustó mucho. Era el Zaragoza de Rosendo Hernández, en la década de los 50.

Pero he de decir que yo siempre le he tenido especial simpatía por historias particulares. En la temporada 49/50 el CD Málaga fichó al malogrado González, un lateral procedente del Granada. Él era funcionario de Hacienda y, camino a La Rosaleda, me solía llevar en el sidecar de su moto Soriano al colegio. Que yo recuerde, González era el único futbolista al que un entrenador le dejaba ir a dormir a su casa en una concentración. Era Ricardo Zamora quien se lo permitía, aunque le pedía que fuera secreto. Y él se iba a su casa en calle Bolivia, donde mi padre le tenía alquilada la casa. González tuvo dos hijos. El varón era un estudiante de miedo en Granada y hoy en día es catedrático universitario; jugó en el Zaragoza y fue internacional. Y la hija... ¿saben qué hizo? Se casó con Lucas Alcaraz, así que el técnico del Córdoba es nieto de un gran ex malaguista.

También le guardo un gran cariño a Santi Aragón por ser hijo homónimo de otro ex jugador del CD Málaga. ¡Vaya golazo de vaselina le metió a Zubizarreta en la Supercopa de España!

Y hablando de nombres, no me puedo olvidar de un futbolista al que quiero mucho y con el que sigo en contacto. Hablo de Movilla. Me acuerdo con especial simpatía de él cuando vino a La Rosaleda en la Copa del Rey de la 06/07 con la camiseta del Zaragoza. No era la primera vez, pero la gente acabó cantando "Movilla maravilla" después de que nos metieran 0-3. Yo fui a recibirle al Málaga Palacio. Hablamos mucho, sobre todo de la época de Segunda y Segunda B, y yo le recordé lo bueno que es con las inversiones inmobiliarias y lo mucho que le gusta beber Fanta de naranja y de limón. No podía evitarlo ahora que jugamos contra el Zaragoza. Y, cómo no, el bautizo de su hijo. Él y Valcarce, otro gran amigo mío, querían que fuera en El Cautivo. Tuve que hablar con el hermano mayor porque allí no se hacían bautizos.

Tampoco se me olvida Andoni Cedrún. Tan desgarbado, tan largo. Un tipo raro, pero un gran portero que le dio mucho juego al Zaragoza. Era hijo de Carmelo Cedrún, el del Athletic. Ambos guardametas nos dieron malas tardes como rivales.

Y cierro la página del Zaragoza haciendo mi referencia a Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra, los cinco magníficos. En el 68 Canario se fue al Mallorca y se rompió la mágica delantera. Curiosamente, en la 67/68, jugamos contra ellos. Quedamos 2-2 en La Rosaleda y 0-0 allí. En ninguno de los dos partidos jugaron los cinco juntos. En la ida, jugada en La Rosaleda, falló Villa y jugó por él Moya, que vino del Madrid; en la vuelta actuó Bustillo, quien, tras previo paso por el Barcelona, acabó jugando en el Málaga. Ambos partidos los dirigió Zariquiegui Izco, un árbitro muy pequeño pero magnífico.

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