La ciudad y los días

Carlos Colón

González, Rosales y Chateaubriand

PERMÍTANME que por una vez cometa la incorrección de hablar bien de nosotros: del Grupo Joly, de este periódico que tiene usted entre las manos y de uno de los compañeros que escriben en él. Me refiero a Manuel Gregorio González y a su artículo Luis Rosales, transeúnte alucinado publicado en apertura de la sección de Cultura el pasado sábado. Si en mi Facultad fuera profesor del área de Periodismo (que no lo soy: pertenezco a la de Audiovisual) e impartiera la asignatura de Periodismo Cultural, lo pondría el próximo curso como ejemplo de una forma de hacerlo que logra lo más difícil en la crítica periodística sobre cualquier materia: aunar profundidad y claridad, el hondo conocimiento propio del especialista y la inteligibilidad obligada en un artículo periodístico escrito sobre todo para el gran público no especializado. Lo propio de la divulgación cultural, una de las más importantes tareas de los medios de comunicación y, desgraciadamente, una de las más descuidadas y hasta olvidadas. Nuestro crítico musical Pablo J. Vayón también posee ese don -que tanto esfuerzo requiere- de escribir con profundidad y rigor sin incurrir en jergas para especialistas.

El artículo de Manuel Gregorio González era un ensayo condensado en los cinco o seis mil caracteres de una crítica periodística. No sólo sobre la figura de Luis Rosales, ni sobre una de sus obras fundamentales (su Cervantes y la libertad que me apresuraré a leer), sino sobre las causas de su olvido, sobre la cultura española de la segunda mitad del siglo XX y sus convergencias con las coetáneas corrientes europeas de pensamiento; y sobre la gran crisis del siglo XVII, "la fractura -en palabras de Manuel Gregorio- que se abre, quizá para siempre, en el siglo barroco, entre el hombre y la sociedad, entre el individuo y su prójimo"; un tema que siempre he considerado clave para la comprensión de la modernidad y he visto anticipado e intuido en la figura del Juicio Final de la Sixtina que se cubre, horrorizada, el rostro con una mano. Una crisis comparable a su más formidable hija, la que se abrió en el tránsito del siglo XVIII al XIX, a la que tal vez no casualmente Manuel Gregorio González dedicó ayer otro gran artículo (La era de la melancolía) al comentar la edición en Cátedra de las Memorias de ultratumba de Chateaubriand.

Antes artículos así sólo podían leerse en la prensa nacional. Permítanme, por lo tanto y sólo por esta vez, que les diga que me siento feliz -hasta orgulloso- de que este Grupo haya creado un espacio informativo andaluz en el que puedan leerse artículos como éstos.

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