editorial

Grave retroceso sobre Gibraltar

HA bastado la primera cita bilateral entre el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el primer ministro británico, David Cameron, para que quedaran corroborados los temores expresados por el PP respecto a la política sobre Gibraltar durante las legislaturas gobernadas por José Luis Rodríguez Zapatero. Con el regreso del PSOE al Ejecutivo en 2004, España dio un giro copernicano a la política del contencioso: el ministro Moratinos acordó poner en marcha un Foro de Diálogo con tres delegaciones: la española, la británica y la gibraltareña. En él no se hablaría de soberanía y se progresaría en cooperación territorial, con el objetivo confeso de lograr la recuperación del territorio a largo plazo. Esa política -que ha beneficiado sobre todo a Gibraltar y quedó congelada tras el cese de Moratinos- fue siempre cuestionada por el PP, que creía un grave error poner en pie de igualdad a las autoridades locales del Peñón respecto a las de los dos estados. La postura de Cameron ante Rajoy, el martes en Londres, negando cualquier posibilidad de abrir un proceso de diálogo sobre la soberanía de la colonia y rechazando que el formato del Foro pase a tener cuatro partes -los dos estados y las dos locales, Gibraltar y el Campo, la comarca que circunda al Peñón y que integran las ciudades fundadas por los gibraltareños que se exiliaron tras la ocupación- supone constatar un grave retroceso para los intereses españoles en estos años. Ante la postura de Cameron, España, sin cerrar la vía del diálogo, ha de recuperar el terreno perdido para no ver comprometidos aún más sus legítimos derechos. El Gobierno, en coherencia con lo manifestado, no debería participar en el Foro mientras el formato no refleje la realidad del contencioso: dos banderas y cuatro voces. Paralelamente, es necesario, sin renunciar a cuantos recursos le proporcione el Derecho, replantear las comparecencias ante el Comité de Descolonización de la ONU, que desde 1969 aboga por la recuperación de la soberanía española. No puede ser un trámite. Antes al contrario, es desde allí de donde debe fraguar una salida al conflicto.

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