La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Guerra sucia, sucia política

Cifuentes mintió en todo y Rajoy esperó inútilmente a que escampara: un mes perdido antes de hacer lo que debían

Más de un mes ha tardado en producirse lo que todo el mundo sabía que se iba a producir inexorablemente: la dimisión de Cristina Cifuentes, la líder liberal, agnóstica y defensora del aborto que llegó para limpiar al PP de Madrid de su historia de corrupción y ha acabado fulminada por una anécdota de adolescente. Por dos botes de crema antienvejecimiento.

Este mes de procrastinación innecesaria dice mucho, y mal, de la gestión que suele hacer el Partido Popular de sus escándalos. Mal de Rajoy y de Cifuentes. El primero ha esperado, inútilmente, a que escampara, para al final dictar la caída de la presidenta madrileña por un hurto de cuarenta euros. Cifuentes ha mentido en todo. Mintió en su apariencia de máster -víctima de la titulitis de los arribistas-, mintió al hablar de un trabajo final que no aparece, mintió al defender una acta académica que había sido falsificada y mintió incluso al proclamar que fue ratera cosmética (siendo diputada, no adolescente atolondrada) por un error involuntario.

En lo único que no ha mentido Cristina Cifuentes ha sido en que fue víctima del fuego amigo. Vamos, en que a ella la han perseguido y denunciado algunos de sus compañeros corruptos ubicados, o con contactos, en las cloacas del PP y alrededores. Pero es que el detonante de sus males es irrelevante. Ella ha sido víctima de sus propios errores, irregularidades y talones de Aquiles, independientemente de quién les haya puesto el ventilador. No se puede ser la campeona de la limpieza teniendo cadáveres en el armario. Siempre salen.

Lo peor de esta crisis es, como digo, su gestión por los protagonistas. Se resume así: un mes de desgaste para acabar haciendo lo que se podía, y debía, haber hecho el primer día. Pero el daño excede con mucho las figuras políticas de Cifuentes, ya amortizada; Rajoy, en proceso acelerado de amortización, o Dolores de Cospedal, con su patética e indecente apelación a "defender a los nuestros" (¿No sería más obligatorio para una ministra defender la verdad, lo público o la democracia?).

El daño se ha infligido a la universidad a la que se ha enlodado con el falso máster y a las instituciones que se desacreditan con cada caso de corrupción. Cristina Cifuentes, que llegó a ser la esperanza blanca de la derecha nacional para relevar el marianismo, ha sido víctima de la guerra sucia de la política y ha practicado la suciedad de la vieja política de siempr'e.

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