Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Guerra

Mientras Pedro Sánchez se entretenía con la tumba de Franco, Alfonso Guerra ponía al día el valor del consenso

Alfonso Guerra fue durante su larga trayectoria en el Gobierno, en el Parlamento y en la dirección de su partido una de la personalidades más atrayentes de la política española. Más allá de su fachada leñera y muchas veces antipática e incluso autoritaria, en sus intervenciones públicas y en su actuación hubo siempre grandes dosis de pragmatismo, sentido común y conocimiento de por qué y para qué se hizo la Transición. Fue uno de los grandes transformadores que, a través de la Constitución de la que ayer se cumplieron 39 años, en la que tuvo un marcado protagonismo entre bambalinas, permitió el paso sin demasiados sobresaltos desde los restos de una dictadura a una democracia plenamente consolidada. Retirado hace algún tiempo de la vida pública y del escaño por Sevilla que ocupó de forma ininterrumpida desde 1977 a 2015 sus intervenciones son escasas, pero cada vez que sale a la palestra demuestra que es una de la cabezas mejor armadas de la política española y, por descontado, del Partido Socialista.

Convertido por edad y por derecho propio en una especie de padre guardián de los valores constitucionales, habló muy claro cuando su partido tuvo una actitud equívoca con respecto al proceso separatista catalán y no se ha guardado de demostrar una considerable distancia con el equipo que ahora manda en la sede de la calle Ferraz. El mismo día y casi a la misma hora en que Pedro Sánchez se entretenía hablando de cómo sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos -un tema en el que España, según él, se debe jugar su futuro- Guerra, en un acto celebrado en la Plaza de España de Sevilla, evocaba y ponía al día el consenso que permitió en 1978 elaborar una Constitución que nos ha dado un periodo de estabilidad democrática como no se ha conocido en la historia del país. Habló, porque lo sabe de primera mano, de las renuncias que todos tuvieron que hacer para alcanzar acuerdos y definió el texto que va camino de las cuatro décadas cómo el acta de paz definitiva que firmaron las dos Españas que evocó Machado.

Ahora que parece que nos jugamos la propia cohesión nacional y que hay en juego cuestiones que afectan directamente a la igualdad entre los españoles, independientemente de dónde vivan, convendría tener muy en cuenta las palabras de Alfonso Guerra para no deshacer el camino ya hecho. Como dijo en ese acto, acabamos de asistir al más grave "latrocinio" que ha vivido este país desde que hay democracia. No debemos permitirnos ninguno más. El viejo socialista sabe de lo que habla.

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