La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Harto ya de estar harto

Que se cumplan las leyes se interpreta como una agresión a quienes las trasgreden

Las declaraciones del ex juez Santiago Vidal, las prisas en acometer el "proceso", Forcadell denunciando en el New York Times el "asalto judicial" a Cataluña, la Generalitat anunciando que el 1 de julio activará el sistema informático que recaudará todos los impuestos una vez se produzca la desconexión de España, Meritxell Borràs animando a los funcionarios a que no acudan al trabajo el 6 de febrero para ir a apoyar a Artur Mas en el juicio por el 9N…

Y además hay que poner buena cara. Porque recurrir a la Constitución y las leyes dan alas al independentismo. Lo del "dar alas" como justificación de la inacción ante el delito e incluso el terrorismo islamista es una de las muchas imbecilidades cobardes globales, no solo españolas. Actuar contra ellos en legítima defensa, en el primer caso, y en defensa de la Constitución, en el segundo, les da alas. Así que quietecitos. Que se cumplan las leyes se interpreta como una agresión a quienes las trasgreden, lo que por lo visto justifica que las vulneren aún más. Así estamos. Es el síndrome Chamberlain, el político inglés que dejó las manos libres a Hitler en septiembre de 1938 afirmando que había logrado "la paz para nuestro tiempo". Churchill le contestó: "A nuestra patria se le ofreció entre la humillación y la guerra. Aceptamos la humillación y ahora tendremos la guerra". Once meses después estalló.

Creo que tenemos derecho a decir que estamos hartos de los nacionalistas vascos y catalanes, que el mundo y España tienen problemas tan graves y urgentes que su actitud es una muestra repugnante de egocentrismo e insolidaridad, además de una anacrónica locura decimonónica urdida con mentiras y mixtificaciones (que en el caso vasco tienen los agravantes de su origen racista y su pasado reciente sanguinario).

Lo escribo desde la Andalucía, cuyos jóvenes, según el Índice de Desarrollo Juvenil Comparado 2016, son los últimos en empleo, educación y emancipación, mientras los del País Vasco y Cataluña están en el primer y tercer puesto. Si la educación está en el País Vasco muy por encima de la media de la UE, en Andalucía está al nivel de Rumanía. Si en el País Vasco el abandono escolar es del 9%, en Andalucía supera el 22%. Culpa de la Junta en gran medida, desde luego. Pero toca los (piiiiii) que encima chantajeen, desestabilicen y lloriqueen. "Harto ya de estar harto, ya me cansé" cantaba -miren por dónde- Serrat.

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