KAKÁ es el futbolista de moda. Un muchacho guapo, atlético y temeroso de Dios, que juega como los ángeles. Gana todos los trofeos y le dan homenajes por doquier. Sus últimas gestas son el mundial de clubes y la elección por la FIFA como mejor jugador de 2007. Aquí también jugamos ligas globales. La más reñida es el campeonato del mundo de homenajes a Magdalena Álvarez: parlamentarios socialistas, prohombres malagueños y radios amigas se disputan el honor de elogiar a dama tan distinguida, aunque reprobada por el Senado.

"Ha invertido mucho dinero en Andalucía", dicen sus defensores. Nadie lo discute, aunque es dinero del contribuyente, no de su bolsillo. Y ya era hora que alguna autoridad se dejase los cuartos en esta tierra tan devota de María Santísima, en la que los ciudadanos no se quejan nunca de nada: ni siquiera de la alarmante falta de puntualidad de los trenes regionales, como compruebo semana tras semana en el Málaga-Sevilla.

Hay un proverbio chino que dice "dame un pez y cenaré esta noche, enséñame a pescar y cenaré siempre". La verdad es que hay argumentos objetivos para agradecer la lluvia de millones propiciada por la ministra andaluza, pero puestos a hacer un festival de homenajes yo agradecería mucho antes su gestión a la consejera de Obras Públicas y Transportes. Concha Gutiérrez tiene el mérito histórico de haber puesto orden y normas a una actividad esencial para Andalucía, cuyo futuro estaba hipotecado por la irregularidad, cuando no por la corrupción, aunque en ese afán haya habido errores e imprecisiones.

Esta actividad que ha sido el motor de la economía regional en el último decenio y el PIB andaluz le debe su diferencial de crecimiento con España. Desde luego, no es el dragón de las siete cabezas y diez cuernos del Apocalipsis. Pero se había desbocado el planeamiento urbano de tal manera que cualquiera podía construir cualquier cosa en no importa qué sitio. Era un problema de precio. Los grandes negocios, además, los han hecho los especuladores del suelo. Y el primer político que tuviera el valor de intentar poner orden y sentido común en el urbanismo andaluz iba a salir trasquilado. Por eso nadie se había atrevido antes.

Los planes regionales, subregionales y los PGOU debían haberse redactado por este orden. Pero intentar ordenar algo en permanente movimiento es muy complicado. Quizá había que haber sido menos estricto en el Plan de ordenación del territorio de Andalucía a la hora de establecer límites para los próximos ocho años del 40 por ciento en el incremento de suelo urbanizable y del 30 en población. Pero esta consejera de Obras Públicas por primera vez ha hecho del urbanismo una prioridad estratégica. En el futuro tendremos que agradecerle que nos enseñara a pescar.

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