Homeopatía política

La solución para Cataluña no pasa por echársela a cara o cruz en unas elecciones con los ánimos volátiles

En esta hora oscura de la política española, brillan más por contraste los partidos políticos que se están batiendo el cobre, como Vox; las organizaciones, como Sociedad Civil Catalana, y las personas particulares, como el joven Jaume Vives, entre tantos. Para todos, mi admiración. En los partidos políticos con representación parlamentaria, quien mantiene en alto la bandera de la dignidad es Ciudadanos, que se está multiplicando. Véase el dedo en la llaga de la educación nacionalista que puso Toni Cantó, por ejemplo.

Resulta una pena, sin embargo, que C's empañe su dignísima actuación con la petición a todas horas de elecciones autonómicas anticipadas. Es un error de marketing político, un error estratégico y un error, sobre todo, filosófico.

Primero, porque transmite una oprobiosa sensación de oportunismo. No digo que sea verdad, pero lo parece, que viene a ser casi lo mismo. Yo estoy convencido de que, en unas nuevas elecciones catalanas, Ciudadanos iba a ser el puerto seguro donde muchos catalanes sensatos depositarán sus votos. Siendo ésta la sensación que cunde, razón de más para no pedir tanto las elecciones.

Pero es que, además, como explicaba Cristian Campos, los resultados de unas nuevas elecciones podrían ser todavía peores, con un PSC pactando con ERC y Ada Colau, haciendo inútil el crecimiento de C's. La solución para Cataluña no pasa por echársela a cara o cruz en unas elecciones con los ánimos volátiles.

Lo que nos lleva al tercer error: el de filosofía política. El recurso a las inmediatas elecciones autonómicas, lo pide Ciudadanos, pero lo contemplan también el PSOE y el PP, porque el único fundamento moderno del Estado es la voluntad popular. Ni la ley, ni la razón, ni el bien común. Lo normal sería aplicar el art. 155 para "constitucionalizar" sin pausa y sin prisa la educación, las fuerzas de seguridad, la trama mediática y las servidumbres políticas. Sólo después podrían encararse unas elecciones con las suficientes garantías de normalidad. Pero, de tanto loar la democracia y sólo la democracia y nada más que la democracia, nuestros políticos de todo signo han olvidado que el Estado de Derecho es mucho más, sin ser nunca menos. A veces, para las enfermedades de la democracia el tratamiento urgente e indiscriminado, homeopático, de las urnas no es el más oportuno, ni desde luego el único posible. Antes y durante, tiene que estar la ley y la razón.

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