HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Ideas deformadas

Está claro que a la izquierda se le perdona todo por una generosidad basada en que sus crímenes los ha cometido por el bien del pueblo y de los trabajadores. El concepto de pueblo está cada vez más oscuro, aunque cada uno tendrá en su mente el que le parezca, y el de trabajadores es tan difuso que casi no admite concepto, sino abstracción teológica. Tanto se le perdona todo a la izquierda que puede hacer política de derechas, comportarse con el egoísmo de la antigua derecha decimonónica, exaltar criminales de guerra, colaborar con el terrorismo, ir a la guerra, apoyar la energía nuclear, vender armas a regímenes abyectos o arruinar a un país so pretexto de la justicia social, eucaristía del izquierdismo. Lo que es normal en toda Europa y en el mundo civilizado, que en la democracia, formal siempre, unas veces gana la derecha y otras la izquierda, aunque que haga política de derechas, en España toca de los nervios a los arrastrados por la inercia mental y el pensar débil.

La idea de que sólo la izquierda tiene derecho a ganar elecciones en una democracia, pues la democracia es de izquierda, es una deformación del pensamiento adquirida en el siglo XX. Parece que algo anómalo ha interferido en la democracia cuando gana la derecha, como si unas fuerzas esotéricas malvadas se hubiesen confabulado para empañar y desprestigiar a la democracia e impedir el progreso y el bienestar de los pueblos. Las ideas unívocas no admiten más que una conclusión. Hay formulas políticas reaccionarias bien conocidas para que gane siempre la izquierda: en la URSS ganaba siempre, en Cuba lleva medio siglo ganando y en Corea del Norte no tiene rival, y pronto ocurrirá lo propio en Venezuela y en otros países de progresismo avanzado y lanzado a los peligros. ¿Cómo explicar, si no, el miedo a que la izquierda impostada pierda unas elecciones? No sería la primera vez. Las democracias son así o no son. Los fantasmas del fascismo convocando a los cuatro jinetes del Apocalipsis no crearían tantos ataques de nervios ni tanta palabrería alarmista vacua.

En uno de sus escolios dice Nicolás Gómez Dávila, lectura no recomendada para mentes obtusas y unidireccionales, que entre los elegidos en unos comicios democráticos, hasta donde es posible que una democracia sea democrática, sólo son respetables los imbéciles, porque los inteligentes tuvieron que mentir a sabiendas para salir electos. Algún inteligente debe haber en el socialismo gobernante, cuando se ha enredado en tal embrollo de mentiras que hasta a sus jaleadores les cuesta explicarlas. Las explican, y aun intentan justificarlas, con más mentiras y nuevos enredos. Quizá la inteligencia en política consista en seguir argumentado cuando se han acabado los argumentos, seguir mintiendo cuando se han descubierto las mentiras.

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