La tribuna

La Iglesia no es de derechas ni izquierdas

SE ha levantado revuelo. Imagino que lo sabrán. Pero a estas alturas del partido viene bien recordar que la Iglesia católica no es de derechas ni de izquierdas, es de Jesucristo. Y lo escribo después de la cascada de declaraciones que se han vertido después de la fiesta de la familia celebrada en la capital del Reino. Y ya va para casi dos semanas. El que se analice la política del partido que democráticamente ha ganado las elecciones, es bueno para la salud democrática. El que, incluso, se reflexione en voz alta sobre determinadas propuestas legislativas, en materia familiar, como es el caso que nos ocupa, me parece enriquecedor. El hecho de que públicamente se celebre un modelo de familia es entrañable y provocador.

Pero hay algo que sí me preocupa: la manipulación y utilización que se hacen de determinados posicionamientos de la Iglesia. Aquí todos pretenden sacar tajada. Unos porque convocan y exhiben la fuerza del catolicismo español, otros porque directamente se le hace un guiño al oponerse frontalmente al Gobierno y otros porque reafirman su postura frente a los intolerantes. Toda una tarta que al fin y a la postre no hace otra cosa que generar confusión y mal rollo.

Quizá fruto de la estrecha vinculación entre nuestra dictadura más reciente y una parte importante de la Iglesia de aquella época; quizá por la libertad de conciencia en materia política que caracteriza a los católicos, muy especialmente después del Concilio Vaticano II; quizá a causa del protagonismo y virulencia de determinadas declaraciones o también por qué no, fruto de la propia ignorancia de quien considera que las cosas en materia política son simples, nos encontramos con una mecha que se enciende veloz. Una mecha que asocia con relativa facilidad la Iglesia católica a la derecha y por extensión, disocia la Iglesia de la izquierda. Cuando hay católicos excelentes que militan en ambos lugares.

Es cierto que motivos para generar confusión no faltan. La COPE busca mayoritariamente una audiencia virada a la derecha, el episcopado critica con dureza en ocasiones las políticas del PSOE o parece que los cristianos de izquierda están fuera de lo políticamente correcto. Pero ni la izquierda es tan mala ni la derecha tan buena. Basta recordar la historia pasada cuando el PP en contra de la opinión de Juan Pablo II embarcó a los españoles en la guerra de Irak o no retiró leyes contrarias a la moral católica, sin ir muy lejos, la de despenalización del aborto.

La Iglesia, lo he dicho al comienzo, no es de izquierdas ni de derechas, es de Jesucristo. Y es que a veces pienso que nos equivocamos con las frágiles alianzas que pretenden consolidarse. ¿De qué va a salvar el Partido Popular si gana las próximas elecciones? ¿O de qué va a salvar el Partido Socialista? La salvación está en Jesucristo y llegará a través de la implicación real, valiente y humilde de los católicos en la vida pública. En ambos partidos hay excelentes católicos. Incluso éstos llegan a discrepar en conciencia con determinadas decisiones políticas. Pero también, es evidente, en ambos partidos hay gentes que discrepan con el pensamiento católico. Incluso no pueden ver a la Iglesia ni en pintura.

Será menester recordar que el creyente es necesario que proceda, más allá de sus simpatías electorales, con profunda actitud de diálogo. Como dijo recientemente el Obispo de Málaga, Antonio Dorado Soto, sin caer en el dogmatismo de quien defiende la verdad sin tener en cuenta el respeto a otras ideas o el relativismo que busca el aplauso fácil, sin prestar atención al valor de la verdad. En el fondo se trata de discernir en cada momento qué es lo que conviene más al bien común, sin atarse a alianzas que a la fin y a la postre tarde o temprano, pasan factura.

Por eso ante determinadas reacciones, y si queremos seguir utilizando estos términos que a mi juicio están desfasados, es bueno aclarar que el cristianismo no es de izquierdas ni de derechas. Y la Iglesia lo ha dejado claro. Dice el Concilio Vaticano II: "Muchas veces sucederá que la propia concepción cristiana de la vida inclinará a algunos creyentes en ciertos casos a elegir una determinada solución. Pero podrá suceder como sucede y con todo derecho, que otros fieles, guiados por una no menor sinceridad juzguen del mismo asunto de distinta manera. Entiendan todos que en tales casos a nadie le está permitido reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de la Iglesia." Más claro el agua.

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