EL ZOCO

Juan López Cohard

Imaginación al poder

LAS alarmas, como su propio nombre indica, están para alarmarse. Si suenan alarmas de incendio en el lugar donde uno se encuentra, lo normal es sobresaltarse, y tranquiliza bastante más que te digan que han llegado los Bomberos a que te intenten calmar con un simple: aquí no pasa nada. Desde hace meses, las alarmas económicas no paran de sonar, los sindicatos están intranquilos, los empresarios angustiados, las entidades financieras recelosas, los ciudadanos ansiosos y prácticamente la totalidad de los agentes económicos presentan cara de preocupados, todos menos el Gobierno. Zapatero, tranquilo, con su optimismo habitual, sonriente e impasible, incluso el ademán, dice que aquí no hay problemas. Textualmente, ante un nutrido foro de empresarios, afirmó que "España tiene una economía fuerte, la más fuerte de la Historia", o sea que se dispara la cifra de parados, la inflación sube, las tensiones financieras ahogan a las empresas, la Bolsa se desploma y España va bien. Desde luego si las señales de alarma, en lugar de ser económicas, fuesen porque hay fuego, Zapatero sería el primero en quedar sofrito en su propio talante.

Nadie puede culpar al Gobierno Zapatero de la crisis que nos han exportado desde EEUU y que está padeciendo toda Europa. Son cosas de la globalización que tiene sus ventajas (para los ricos) y sus inconvenientes (para los pobres) y que facilita que cualquier foco de infección económica se expanda hasta convertirse en una pandemia. Ningún virus necesita presentar pasaporte para viajar por el mundo. Con la globalización tampoco las crisis económicas y financieras tienen barreras fronterizas. A partir del foco infeccioso de las subprimes en el mercado financiero americano, que fue el primero en sufrir sus funestas consecuencias, se ha contagiado toda Europa, España incluida a pesar de que el Gobierno lo haya negado reiteradamente desde que saltaron las alarmas, y la enfermedad ha comenzado a desarrollar sus efectos vigorosamente. El Gobierno no es culpable, pero sí responsable de que aún no se hayan tomado medidas y de que siga empeñado en que los síntomas son coyunturales y no tienen importancia.

Los primeros indicios de la enfermedad se dejaron notar en el sector de la construcción con una fuerte incidencia en el empleo, lo que ha provocado que el ministro Caldera haya anunciado un plan de choque para recolocar a los parados procedentes del citado sector. El plan, que fue tachado por Comisiones Obreras de "tomadura de pelo", pretende remediar, por la vía de urgencia, el problema que desde hace tiempo se veía venir. No es nada fácil conseguirlo, como el mismo Gobierno reconoce, pero no es imposible. Es una cuestión de imaginación, de afrontarlo con fórmulas novedosas y, en esa línea, Rajoy se lo ha puesto a huevo a Caldera: la solución es que todos los parados, sean de la construcción o no, los que acceden por primera vez al mercado laboral, los inmigrantes y los que estén descontentos con su trabajo actual, se reubiquen en los puestos de trabajo necesarios para plantar los quinientos millones de árboles que ha prometido en cuatro años. Si señor, imaginación al poder.

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