Tiempo Un frente podría traer lluvias a Málaga en los próximos días

TIENE QUE LLOVER

Antonio Reyes /

Incertidumbre

Mal que nos pese, una de las ventajas de los nuevos tiempos es la incertidumbre. En mi opinión, la nueva sociedad globalizada en la que vivimos nos depara la posibilidad, cada vez más generalizada, de acceder a la información desde cualquier rincón del mundo.

Es precisamente este hecho el que imposibilita predecir con certeza lo que puede ocurrir en un país o en una sociedad, porque la información ha comenzado a convertirse en un bien público. Se rompe así con uno de los paradigmas tradicionales de las dictaduras: la información como fuente y sostén exclusivos del poder. Ahora, al generalizarse, los cimientos de los sistemas dictatoriales son cada vez más débiles. Las noticias, los acontecimientos corren de boca en boca de manera imparable a través de internet y de sus redes sociales. Cualquier acontecimiento, por nimio que parezca, puede ser conocido y difundido. La quema a lo bonzo del joven Mohammed Bouazizi, en una ciudad desconocida del centro de Túnez, alcanzó tal eco que las revoluciones en el norte de África y en algunos países musulmanes han sido imparables desde entonces.

He tenido la oportunidad en estos días de visitar una parte del Marruecos profundo. Me ha llamado la atención la proliferación de cibers que he visto en pueblos de calles de tierra, sin servicios públicos, alejados de cualquier atisbo de civilización. Sin embargo, allí estaban los cibers con sus ordenadores y conexiones a internet dispuestos a recibir a sus usuarios. No obstante, y paradójicamente, la existencia hoy día de estos servicios comunitarios, los cibercomercios, podemos considerarla como una expresión más de subdesarrollo que de todo lo contrario: en estos momentos se han convertido en reducto de aquellos que carecen de la posibilidad de poseer conexión a internet en sus propios domicilios. Por ello son cada vez más escasos, o su existencia se circunscribe a usuarios con escaso poder adquisitivo.

Aquí radica, a mi juicio, la otra gran revolución de internet: la posibilidad que ofrece a los ciudadanos de abrirse al mundo desde su propia intimidad, ajenos a ruidos y presiones políticas, familiares o religiosas. Por eso no debe extrañar que la palabra "sexo" sea la más solicitada en Marruecos entre los buscadores internautas tras el agotador mes de ayuno religioso de Ramadán, o que los jóvenes expresen sus inquietudes o se autoconvoquen a manifestaciones contra los poderes dictatoriales que imposibilitan la expresión de las opiniones públicas. Internet es un medio maravilloso para avanzar en los intereses personales, para ser uno mismo sin la presión social que en la mayoría de los países musulmanes significa el binomio política-religión.

Pero se avanza a tal velocidad (los cibers son hoy una antigualla) que nadie, absolutamente nadie, es capaz de predecir el futuro. Aquí es donde radica el encanto de estos tiempos, en la incertidumbre, en la posibilidad de que el futuro emerja independiente, ajeno a la sesuda opinión de especialistas, o de intereses económicos o geoestratégicos.

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