letra pequeña

Javier Navas

Inocentes hasta cuándo

EL caso Troya, el espectacular proceso por el que iba a enjaularse a Juan Martín Serón, alcalde de Alhaurín el Grande, ha terminado con una multita de 200.000 euros y un año de inhabilitación. El caballo de Troya estaba vacío, no tenía dentro más que gases: la trama de corrupción era un ligero problema de flatulencias urbanísticas. No se puede decir que la condena sepa a poco porque una condena no es plato de gusto para nadie. Un hombre culpable nos avergüenza a todos. Pero que tanto jaleo acabe con una multa que cuesta como cualquier adosado construido fraudulentamente... En fin, aceptemos que quizá Martín Serón no era un chorizo ibérico de primera, sino solamente un golfo menor. Hasta ahora hubo que respetar con la pinza en la nariz la presunción de inocencia. Después de la sentencia toca aceptar que en verdad no cometió los delitos de los que ha salido absuelto. Dejémosle los micrófonos para que despotrique contra los jueces y policías (uno lamenta que no se considere delito soltar ciertas chorradas) y quedémonos con nuestras dudas.

¡Bienaventurados los que no dudan porque de ellos serán las elecciones! A Javier Arenas le preguntaron si van a pedir a Martín Serón que dimita: grande o chica, hay una condena por cohecho contra él. Respondió con circunloquios, pidiendo un debate "franco y sereno" entre los partidos políticos sobre la presunción de inocencia. Para cuando llegaran a un acuerdo, el reo ya habría cumplido la pena de inhabilitación y estaría de nuevo dando la vara (la vara de mando: como le dejen presentarse, capaz es de recuperar la Alcaldía). Pero aunque estas cosas las diga como para escabullirse, se aprende más sobre este caso oyendo a Arenas que al propio Martín Serón, soltando sus gases flatulentos por la boca.

Francisco Salado, secretario provincial del PP, ha recalcado que su formación está convencidísima de la inocencia del condenado (el soniquete de "acatamos pero no compartimos..."); por tanto, en lugar de dimisiones, lo que viene es la apelación. Es decir, el Partido Popular, en bloque, un mogollón de militantes puestos en obediente fila, no tiene dudas sobre la inocencia de Martín Serón pues no le basta lo que haya dicho la Audiencia Provincial. En este plan, todo lo debatible es qué hace falta para que se considere a una persona inocente o culpable y en el último caso, qué rábanos hacer con ella.

Más allá del cinismo de los políticos -y de los votantes-, la única dimisión que todos aceptan es la forzosa, la inhabilitación que dicta el juez. Hoy son ganas de marear la perdiz hablar de debates que iban a acabar el Día del Fin del Mundo, cuando Dios nos juzgue a todos y no quede más arriba otra instancia a la que apelar.

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