El cuentagotas

Eugenio Chicano

Interioridades internas

HACE días, hice mención de mi estancia como interno en el colegio salesiano El Castillo de Ronda. El centro, después del internado de Campillos, era el más duro de la provincia. Le llamaban la Legión chica y aún hoy me pregunto cómo y por qué fui a parar allí. En tal ámbito aprendí: a administrar las pocas pesetillas disponibles; a dormir obligatoriamente con los brazos fuera de la tapa por aquello de evitar pecados de tocamientos; a tener, sólo tú, respuesta a tus dudas e inquietudes; a amoldarte a la calidad de las comidas; a no quejarte de nada ni de nadie. Ahí va un ejemplo típico de la disciplina impartida: el profesor de física y química era un lego llamado señor Galiano. Antipático, inseguro, de barba cerrada, poca frente, zahíno y siempre vestido de negro-untado, no cesaba de repetirnos: "Loh zeñore que no me zepan mañana la fízica y química, les voy a un leñazo que ze van a enterá de lo que es la fízica y química". Era el final de los 40, yo tenía 12 años, "estudiaba segundo de jazmines..."

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