El cuentagotas

Eugenio / chicano

José Hernández

NO sé a quién culpar -si con culpar a alguien o algo aliviara mi pena- a mi edad, que me hace ser testigo de despedidas irreparables. La inmediatez de la noticia, que se cuela en tu mundo y tu ámbito descaradamente y sin permiso o la implacable ley de vida que hace que tengamos que dejar sitio a los que vienen. Todo un ciclo que te golpea insensible, dejándote sin seres queridos y admirados que daban sentido a la amistad y a la alegría del encuentro. Se nos fue José Hernández. Un magnífico artista como magnífico hombre. Pintor exquisito, culto, profundo, que nos regaló un mundo poético simbólico, surreal, corrosivo, puntilloso en las oníricas y destrozadas anatomías como siniestros, por descompuestos, personajes. Desde Tánger (1944) hasta Madrid y Málaga, con Sharon a su lado, en un periplo lleno de sabiduría de vida, José nos deja el testimonio de un artista completo. Su investigación, su dedicación, su mensaje son ejemplos nítidos de su talento. Adiós amigo.

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