las dos orillas

José Joaquín León

Jubilación a los 75

YA se sabe que una cosa es gobernar y otra estar en la oposición. El Gobierno de Rajoy, apelando a la sostenibilidad del sistema de pensiones, ha sugerido un nuevo retraso en la edad de jubilación más allá de los 67 años, fijada por Zapatero de forma paulatina hasta 2027; o bien el adelanto de los plazos, si la ruina va a más. Esto quiere decir que la viabilidad del sistema es cada vez más difícil. Ahora hay un pensionista que cobra por cada dos trabajadores que cotizan, sin contar los parados. Un país que tiene casi nueve millones de pensionistas y más de cinco millones de parados, con menos de 18 millones de afiliados a la Seguridad Social no es un país propiamente dicho, sino un milagro.

Con lo bien que estaba De Guindos escribiendo artículos de economía en papel salmón, que queda de lo más elegante y pijo para leerlos en Preferente del AVE, y ahora tiene que arreglarlo de verdad. No es fácil, sino tirando a imposible. El atraso de la edad de jubilación se va anunciando para que se le haga el cuerpo al trabajador. Jubilación viene de júbilo. Viene de la idea de que trabajar es malo, una maldición bíblica, que se dice desde el Génesis, desde el paraíso perdido. El júbilo viene de que por fin no vas a trabajar, sino que vas a cobrar tu pensión por hacer lo que te gusta, o por aburrirte o por cuidar a los nietos. Antes se suponía que el trabajador a los 65 ya no estaba para muchos trotes. Pero ahora hay gente cuidadísima, que se podría jubilar a los 67, o a los 70, nunca a los 52, como esos prejubilados a la fuerza de un ERE. Por no hablar de la juez Alaya y el mal ejemplo de los listos que trincan de los ERE, o se lo gastan en lo que ya sabemos.

Otra posibilidad es fijarse en lo que hace la Santa Madre Iglesia, institución con mucha experiencia, que lleva unos 2.000 años funcionando. La edad de jubilación de los obispos está fijada a los 75 años. Nadie se ha quejado, que se sepa. Yo no descartaría que, ante la merma del clero, esta edad se eleve a los 80 en un futuro cercano. Y seguro que tampoco protestaría nadie. Ciertamente no es lo mismo ser obispo que albañil en lo alto de un andamio, pero hay muchas profesiones en las que se trabaja menos que un obispo; y albañiles ya apenas quedan, con tantos pisos sin vender. Todo esto es relativo. A fin de cuentas, depende de las ganas de trabajar.

Lo ideal sería que cada cual se jubilara cuando le diera la gana. Éste a los 65, aquélla a los 67, el otro a los 70, y la de allí a los 75 para no aguantar al marido en casa. Cada persona es un mundo, y ante todo una persona, por lo que el error consiste en generalizar. Con unas pensiones proporcionales a la edad de jubilación podría haber un sistema más justo y permisivo. Por supuesto, controlando los recortes, para garantizar que algunos puedan seguir trabajando.

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