Desde el fénix

José Ramón Del Río

Lastimando el idioma

EL castellano, la lengua española, no está en peligro por falta de uso; bien al contrario, cada día se habla más, aunque sea así porque nacen en Suramérica muchos futuros hispanoparlantes y no porque lo aprenda a hablar quien antes no lo hablaba. Sin embargo, cada día está más amenazado por circunstancias diversas que, sin dañarlo, al menos, lo lastiman.

El primer ataque lo recibe del lenguaje técnico, con palabras del inglés que por pereza no se traducen, o por la manía de los entendidos de usar un lenguaje exclusivo para iniciados. Es difícil encontrar un texto técnico que no esté abundantemente trufado de palabras inglesas, todas las cuales pueden traducirse al castellano, pero que pretenden hacer dicho texto más ilustrado. Otro ataque le viene de los usuarios de las nuevas tecnologías, principalmente de los que envían mensajes por los teléfonos móviles ( por cierto: ¿por qué no se les llaman teléfonos portátiles, cuando el teléfono no se mueve si su portador se está quieto?). Con los mensajes se acaba con los signos de puntuación y con la ortografía, acortando palabras, que se escriben según su fonética. Esta escritura recortada, que ya se empleó con el telégrafo, aunque en los telegramas lo que se ahorra sean las palabras y no las letras, hoy está a la orden del día.

También a nosotros, a los que escribimos en estas páginas de opinión, nos señalan el número de caracteres (letras y signos de puntuación) que debe contener el artículo, para ahorrar tiempo al lector y dinero del papel de prensa a la empresa editora, y usted puede comprobar que, sin embargo, no nos comemos letras o usamos la onomatopeya para cumplir con el espacio asignado.

Otro ataque proviene de los progresistas del lenguaje, como me denuncia una profesora de gramática. Dice que los participios activos derivan de los tiempos verbales. Así el del verbo atacar es atacante y el de cantar, cantante. En cuanto a la del verbo "ser", es el "ente", por lo que cuando queremos nombrar a la persona que ejerce la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "ente". Así, al que preside, se le llama presidente y no presidenta. De manera análoga, se dice capilla ardiente y no ardienta. Muchos hombres que realizan acciones se llaman dentistas, poetas, sindicalistas y no dentistos, poetos o sindicalistos. Aunque sea condición de los hombres, no se dice machisto sino, machista. Por ultimo, es lamentable la prosa que hoy se emplea en la redacción de leyes y disposiciones oficiales. Debían de aprender de la que usaron los redactores de nuestro Código Civil, que en su primitiva redacción, junto con La Celestina, eran los dos mejores textos escritos en lengua castellana.

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