Postales desde el filo

Lastres del pasado

Por nuestras circunstancias históricas, los partidos adquirieron un protagonismo excesivo en la Transición

En su obra póstuma Gobernando el vacío el politólogo, estudioso de los partidos políticos, Peter Mair sostiene que "las democracias tienden a adaptarse a las deficiencias de los partidos y se autogenera un impulso en virtud del cual los partidos se vuelven cada vez más débiles y las democracia cada vez más pobres". Para nuestro país, en el que pronto se cumplirán cuarenta años de las primeras elecciones libres, más que un diagnóstico lo que dice de Mair es una descripción. Por nuestras circunstancias históricas los partidos políticos, como no podía ser de otra forma, adquirieron un protagonismo excesivo en la Transición que prolongado en el tiempo resultó disfuncional. Y, como dice el politólogo irlandés, acabaron contaminando la democracia. Aunque el resultado sea desigual ya que el que menos penalizado en las urnas ha sido el que el que en mayor medida ha contagiado al sistema con sus malas prácticas. Empieza Mair su libro afirmando que "la era de la democracia de partidos ha pasado". Aunque resulte algo radical, los hecho no dejan de darle la razón. La democracia representativa no ha salido bien parada de lo ocurrido en los últimos meses en Inglaterra, EEUU o Francia. De las elecciones en este país resulta llamativo que, a pesar de estar en las antípodas ideológicas, haya existido un importante rasgo común entre Le Pen y Melenchón: su desprecio por la democracia liberal y su admiración por Putin y Maduro, respectivamente. Quienes se distinguen por presidir regímenes de apariencia democrática en los que ni existe el Estado de derecho, ni la separación de poderes, ni libertad de prensa, etc.

Algo que resulta especialmente inquietante -del FN no cabía esperar otra cosa- en el caso del dirigente de Francia Insumisa. Ya que pone de manifiesto que las diferencias entre la socialdemocracia tradicional y la izquierda emergente van más allá de cuestiones ideológicas o estratégicas: tienen que ver sobre todo con la democracia. El famoso abandono del marxismo, por parte de la socialdemocracia, no fue otra cosa que la definición de un proyecto reformista, en una democracia representativa y dentro de una economía de mercado. La pregunta es si para quienes, en la búsqueda del voto perdido, defienden el giro a la izquierda de los partidos socialistas, esa referencia histórica de la socialdemocracia sigue vigente o es considerada, como la propia Transición, un lastre del pasado.

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