Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Lavandería

Junto a los bombos de centrifugado y secado, Joaquina, barcelonesa de 91 años, contó su historia

El otro día se nos estropeó la lavadora y decidimos llevar la ropa a La Colada, una lavandería automatizada con bombos gigantes para el centrifugado y el secado. El orto y el ocaso de la ropa limpia. Cuando llegamos, había dos señoras sentadas en un habitáculo para la espera. Pedimos la vez, pero nos dijeron que estaban allí porque no habían encontrado un lugar más propicio para descansar. La señora mayor era tía de la más joven y su historia personal es un retrato fidedigno de la sociología de Cataluña. Se llama Joaquina y nació el 3 de agosto de 1926. 91 años bien merecen un descanso, aunque sea en una lavandería de la calle donde nació Juan Belmonte. Estaban de vacaciones en Sevilla. Como Joaquina enviudó sin hijos, se ha venido con sus sobrinas Regina, que vive junto a la Sagrada Familia, y Carmen, que es del Barça y está casada con un madridista.

Como éramos anfitriones, no tuvimos el mal gusto de preguntarle por el 1 de octubre. ¡Lo que habrá vivido Joaquina! Cumplió diez años dos semanas después de estallar la guerra civil. Es de la quinta de Caballero Bonald, Clavero y la reina de Inglaterra entre los superviviente de su promoción. De Miles Davis, Alfredo di Stéfano, Fidel Castro o la duquesa de Alba de los que se fueron. Nació en Barcelona, hija de coruñés y de murciana de Lorca. Uno pensaba que ésa es la verdadera identidad de Cataluña, sobre todo la Barcelona industrial y hospitalaria, incluso con extraterrestres como el Gurb que se inventó Eduardo Mendoza. Durante 54 años vivió en Santander, la patria chica de su marido, hasta que éste le faltó y decidió volver a su patria chica.

Han visto el Alcázar con una visita teatralizada, recorrieron la ciudad en coche de caballos, visitaron la Macarena y oyeron misa en la Catedral. Les conté que he hecho dos visitas fugaces a Barcelona, una de ellas a un concierto de la cantante anglonigeriana Sade, y bromeé con las largas vacaciones que disfrutaría si permutara el tiempo que pasé leyendo novelas ambientadas en Barcelona por un bono de estancias en la ciudad donde nació el boom, esa aventura de prestidigitadores del símbolo y la esdrújula que dignificó el idioma ahora satanizado por turbas y gañanes desde Nueva York hasta Comodoro Rivadavia. Ellas me hablaron de La Catedral del Mar y les hablé de Marsé y Vázquez Montalbán y de que José Agustín Goytisolo murió el mismo día que Juanita Reina. Qué cosas.

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