Lentejas

Nadie comprendió cómo un día se podía pactar con una formación de izquierdas y al siguiente con una de derechas

Da la impresión que a Ciudadanos no le queda más remedio que mirar al techo y silbar. Poco más puede hacerse después de oír por boca de los dirigentes del PP que los pactos suscritos entre ellos eran tan sólo lentejas que había que aparentar aceptar para poder conseguir la gobernabilidad. Es decir, y en román paladino, que admitieron las condiciones exigidas porque querían gobernar, pero sin ningún ánimo de cumplirlas. Y ante tanto cinismo y tanta desfachatez política no cabe otra que poner cara de circunstancias y hacer como si no hubiera pasado nada. Nunca se entendió bien ese afán desenfrenadamente pactista que invadió a C's, dispuestos a acordar con unos y otros y a promover acuerdos como si ellos fueran los únicos elegidos para desenredar la complicada situación política. Nadie comprendió cómo un día se podía pactar con una formación de izquierdas y al siguiente con una de derechas sin, al parecer, mostrar muchas dificultades.

Si recuerdan, fue Ciudadanos el que desde el primer día clamaba por el gran acuerdo entre PP y PSOE, sintiéndose ellos los sacerdotes principales de la ceremonia, sin prever que precisamente esos acuerdos, por excepcionales que parezcan, son los que los han condenado a la irrelevancia. Se tiene la sensación de que el papel político de la formación naranja va diluyéndose conforme avanza la legislatura. Su posición, llegado el caso, ni es necesaria ni suficiente para llegar a un acuerdo. Y así se ha demostrado. Los grandes pactos se fraguan sin su concurso o éste aparece como un refuerzo innecesario. No cabe mayor claridad y descaro en la actitud del PP; la compañía de Ciudadanos no les hace daño, pero es prescindible. A esta delicada decisión se une el infantil adanismo de pensar que descubrían la política y que se podía gobernar desde el parlamento sin necesidad de formar parte del Gobierno. Desde un principio, desde las elecciones autonómicas y locales, han rechazado entrar en ningún tipo de Ejecutivo para no perder su virginidad política y poder ser unos espectadores privilegiados de la situación sin admitir ningún desgaste. Distinta sería su posición si hubieran decidido participar en el Gabinete. Sin duda ahora serían más fuertes y relevantes y difícilmente desde la filas populares nadie se hubiera atrevido a hablar de lentejas, aunque solo fuera por evitar una crisis de Gobierno. A tenor de las reflexiones de su congreso parece que piensan modificar esta actitud en próximas elecciones; su único problema es que lleguen con fuerza suficiente para intentarlo.

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