La cornucopia

Gonzalo Figueroa

Límites al republicanismo

MI Chile de origen logró, hace casi doscientos años, su independencia de España tras cruentas batallas contra los vencedores de Bailén. Desde entonces instauró y conservó la república como único sistema de gobierno, y que, salvo el lamentable revés democrático que supuso la dictadura de Pinochet, muestra con altivez una historia limpia de tiranos aventureros, más allá de asonadas que no dejaron huella. Sin embargo, contradictoriamente, ese orgullo que comparto de corazón, convive con mi ascendencia española, pues el padre de mi tatarabuelo fue un coronel del ejército colonial nacido en Estepona que, en abril de 1811, ocupó Santiago con su regimiento. Monárquico convencido, quería impedir la elección de los diputados que irían a Cádiz para participar en la asamblea que redactó la Constitución de 1812. Si bien logró inicialmente su objetivo, fue luego abandonado por su tropa formada por criollos, que se negaron a disparar contra las milicias enviadas a enfrentarle, siendo fusilado tras un remedo de juicio esa misma noche por las fuerzas patriotas.

Esta historia, que desde siempre ha causado en mí encontrados sentimientos dada mi convicción republicana, hace que me considere con suficientes credenciales para opinar sobre la retahíla de insultos al Rey de España pronunciados hace pocos días por José Antonio Barroso, alcalde de Puerto Real y diputado provincial.

Las injurias constituyen de por sí ofensas enojosas y graves. Pero adquieren especial magnitud si son cometidas por una autoridad electa, que debe su cargo a la voluntad del pueblo que, obviamente, no le ha apoderado con ello para ofender al jefe del Estado. Y llamar a un monarca democrático que, valientemente, ha sabido defender los principios del sistema constitucional que honrosamente nos rige, "corrupto", "crápula" y "traidor", sin justificar siquiera con pruebas sus denuestos, rebasa claramente la libertad de expresión que nuestra Constitución garantiza. Ya lo ha dicho Fernando Santiago en un excelente artículo publicado en El País refiriéndose al ofensor: "Con gente así ni llegará la tercera República ni renacerá IU".

En El Príncipe, Maquiavelo sostenía que un príncipe valeroso y con capacidad de mando, que sabe cómo preservar el orden en su territorio, nunca deberá lamentar haber fundamentado su seguridad en el cariño del pueblo. Ante un ataque tan despiadado como el que ha sufrido don Juan Carlos de parte del alcalde de Puerto Real, quizá esta máxima pueda servirle de más que suficiente réplica y sólido consuelo.

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