La tribuna

Ignacio Trillo

Listas y elecciones

CUANDO Málaga se encuentra inmersa en la batalla por ser referente en un mundo globalizado, cuando nuestra ciudad está deseosa de formar parte de la sociedad del conocimiento, de las nuevas tecnologías, de la prevención ante el cambio climático, de la cohesión social y la integración multiétnica... se dispone a elegir a sus representantes para las cámaras autonómica y nacional.

Previamente, los distintos partidos políticos caminan ya para perfilar los candidatos que se someterán al dictamen de las urnas. La composición de las listas, en la mayoría de los casos, dependerá de claves orgánicas que, a veces, no llegan a ser entendidas por amplios sectores del cuerpo electoral.

Así, resultaría de escasas luces que la estratagema opaca que empleasen en este debate algunas opciones que están presididas por dirigentes, caracterizados por su debilidad, carencia de liderazgos y objetivos, fuese la de conducirse sin la mirada puesta en el electorado. O sea, ambicionar el aprovechamiento de esta coyuntura para poner a prueba la sobre presión de que pueden hacer gala, a través de los aparatos de partido, para afianzarse en su incierto poder establecido presentando candidaturas sectarias y mediocres. Casi siempre este caso se suele presentar en los grupos políticos con acomplejados gobernantes, inseguros, de pies de barro, anclados en deleznables privilegios que desean conservar a toda costa y que rechazan rodearse de los mejores, no vayan a hacerles sombra y competencia futura.

Por el contrario, es precisamente en este escenario cuando los partidos políticos deben de demostrar su capacidad de remodelación, eficiencia y transparencia en sus mecanismos democráticos para, con generosidad, poner a disposición de la sociedad los mejores hombres y mujeres que le van a representar durante los próximos cuatro años en las máximas instituciones democráticas.

Es de elemental recuerdo que el votante no perdona. Tampoco debe olvidarse la normativa en esta materia. Determina que las candidaturas que se van a presentar a las cámaras, con la excepción de las del Senado, forman listas cerradas, es decir, a la hora de votar o las tomas en su totalidad o las dejas. Cualquier veto escrito de un ciudadano sobre alguno de los integrantes de una papeleta electoral únicamente puede conducir a un voto nulo. Por ello, es de anhelar que la nominación de las personas que vayan a formar parte de cada oferta electoral no provoquen rechazos sino que, por el contrario, simbolicen y conecten con las aspiraciones de los respectivos votantes, deseosos de verse representados por reconocidos líderes de la sociedad.

En este punto, es más que deseable que los partidos políticos tengan altura de miras para que la designación de sus candidatos a escaños respondan, por su formación, experiencia y conocimiento, al papel constitucional -y no otro- que le es asignado: la preeminencia legislativa, el control y fiscalización de la labor de los gobiernos y la resolución de los problemas de la ciudadanía con sus gestiones e iniciativas parlamentarias.

No hablamos de obviedades. Algunos parlamentarios de esta legislatura que finaliza han validado su meritorio trabajo en pro del buen nombre de esta provincia. Otros siguen siendo, como coloquialmente se dice, "conocidos en su casa a la hora de comer", simples anónimos inéditos ante la ciudadanía. De igual forma hay quienes, desgastados por derrotas electorales -los Arenas de cada espacio político- demuestran, con su disposición a ofrecerse de nuevo, un osado desafío a la sapiencia ya expresada por el sufragio. Igualmente aparecen los que han hecho de la política su profesión y, carentes de alternativas laborales en la sociedad civil, se resisten con uñas y dientes a su necesaria renovación. También quien, sobrada de famoseo populista, resucita en el fin de legislatura sin que haya caído en la indiferencia su fracasado tránsito ministerial por Madrid.

Por ello, la anhelada presencia de prestigiados malagueños en los nombramientos que lleven a cabo las diversas alternativas políticas, con plena dedicación e incompatibles con otros menesteres laborales públicos y/o privados, resulta vital para que Málaga goce en las instituciones legislativas de una más que asentada reputación. A su vez, esta presencia cualificada nos daría un peso superior en los hemiciclos, inclusive con posibilidades de encabezar los órganos que se creen.

Quienes hemos seguido desde el inicio de la etapa democrática la evolución de la representación parlamentaria malagueña, primero en Madrid y más tarde, con el desarrollo autonómico, en el Parlamento de Andalucía, observamos a la baja, salvo excepciones, el nivel político y la preparación de sus integrantes. Ello ha comportado, lógicamente, una merma en el papel de nuestra provincia en esas instituciones.

En este sentido, se hace urgente la necesidad de que todas las opciones políticas ofrezcan en sus listas de aspirantes parlamentarios a lo más capacitado que tienen o, en suma, perfiles distintos a los que poco o nada aportan a la imagen inmejorable que Málaga debe proyectar en este siglo XXI.

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