Loor y gloria al ser humano

Hay que saludar con toda clase de campanas, trompetas y tambores, el nacimiento del llamado 'bebé-medicamento'

H ABLANDO de san Agustín, en una reflexión sobre el Pentateuco, de los primeros hombres en la tierra, los patriarcas, que vivieron tantísimos años y tuvieron hijos a edades tan tardías comparadas con nuestros parámetros de vida, se pregunta cómo es posible que se abstuvieran del coito durante tanto tiempo hasta la edad en que se dice que tuvieron hijos. Tras aceptar y defender que la cuenta que se hace es correcta y que en efecto vivieron todo el tiempo que se dice en el Génesis, viendo que los hijos que tuvieron les llegaron, en bastantes casos, superada ya la centena de años, se plantea cómo pudieron pasar tanto tiempo sin practicar el apareamiento. Set, por ejemplo, tenía ciento cinco años cuando engendró a Enós, o Yéred, ciento sesenta y dos años cuando concibió a Henoc. ¿Se abstuvieron del coito hasta esta edad? Esa es la cuestión que plantea el santo.

Mucho, como decimos familiarmente, ha llovido desde entonces. De manera que esta pregunta, aunque pueda parecer profundamente humana por su trasfondo y sobre todo en el momento histórico en el que se formulaba, no deja de ser una futilidad al día de hoy por las condiciones científicas y tecnológicas en que nos movemos. Y así hay que saludar con toda clase de campanas, trompetas y tambores, orquestas y bandas de música incluidas, el nacimiento en Sevilla del llamado bebé-medicamento, en realidad el único y gran objetivo de esta columna. Mucho ha llovido en efecto desde que Agustín de Hipona se proponía esa, en el fondo, confusa pregunta cuya réplica es lo que llaman los científicos "el diagnóstico genético preimplantatorio", la salvación para las familias que quieren tener hijos pero corren el riesgo de transmitirles graves enfermedades. Las informaciones aseguran que, en 2005, Andalucía fue la primera comunidad autónoma en incorporar este procedimiento. Si la primera o la última importa menos. Lo decisivo es, en primera instancia, el beneficioso progreso humano que ello representa y, después, el reflejo que lleva a las personas que se benefician.

(Sobre la pregunta inicial, san Agustín, en "La ciudad de Dios" que es donde lo trata, razona afirmando que teóricamente caben dos opciones para responder a tamaña cuestión: que pudo ser porque la pubertad se alargaba entonces de manera considerable o porque el relato bíblico no mencionó a otros hijos que hubieran tenido antes. Y se inclina por esta segunda opción).

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