Luces y sombras

Es totalmente erróneo e injusto generalizar a partir de unos pocos indeseables

Durante la transición se depositó una enorme confianza en los partidos políticos. Se pensaba que sin duda conseguirían todo aquello que prometían en pocos años, lo cual era fruto de la ingenuidad de unas generaciones que nunca habían vivido en democracia. Al final, sólo se cumplieron algunas. Eso propició el que había que bajarse de las nubes para poner los pies sobre una superficie que exigía su tiempo para poder lograr ciertos objetivos. Aun así, se continuó creyendo en los partidos como medios para transformar la sociedad y hacerla más justa y equitativa. Después de las décadas transcurridas, puede afirmarse que la valoración global ha sido positiva, sin que eso excluya el hecho de que hay cosas que mejorar y, otras, que actualizar. La crisis con esas organizaciones vino a raíz, más que nada, de la gran cantidad de casos de corrupción que se fueron conociendo. Como consecuencia, se desvió la mirada, especialmente, hacia los sindicatos, mayoritarios; pero su connivencia con políticos, su ejercicio como correas de transmisión de ciertas formaciones y sus propios manejos sucios hicieron que también se perdiera la fe en ellos como garantes de transparencia y de su papel como dirigentes con suficiente fuerza moral. En este contexto, emergieron las organizaciones no gubernamentales (ONG), refugios para muchas personas con vocación social y con altruismo, desde donde era posible ayudar a los semejantes y desde donde se podía ir haciendo el camino para que determinadas utopías se hicieran realidad algún día. Personas de toda condición, jóvenes sobre todo, las acogieron como vías por donde encauzaban sus deseos de contribuir solidariamente en este mundo. Pero lo que nació con estas sanas pretensiones también ha tenido sus sombras. Algunas ONG no son más que modestas tapaderas de simples autoempleos, aprovechando las condiciones con las que son tratadas; otras, poderes económicos alternativos que les permiten un destacado nivel de influencia en diversos asuntos y así sucesivamente. Ahora, para colmo, salen a relucir comportamientos escandalosos en una de sus marcas internacionalmente conocida, Oxfam Intermón, que se publicitan diciendo que quieren un mundo más justo. Ciertamente decepcionante, pero ante todo se hace necesario resaltar que tanto en partidos, como en sindicatos o en ONG existe gente muy valiosa y honrada, que trabaja en pos de los demás. Es totalmente erróneo e injusto generalizar a partir de unos pocos indeseables.

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