Editorial

Madrid 2016 se queda en corazonada

LA ciudad encargada de organizar los Juegos Olímpicos de 2016 será Río de Janeiro, que venció en la final a Madrid. La candidatura española superó dos cortes, pero se quedó en el camino ante una evidencia tan contundente como que nunca antes una urbe latinoamericana había sido sede de la cita olímpica. Con toda certeza, Río representaba no sólo a un gran país emergente, Brasil, sino a todo un inmenso y poblado subcontinente que lleva más de un siglo esperando una oportunidad como ésta. Su apuesta, además, estaba liderada por Lula da Silva, uno de los referentes en la escena internacional. La candidatura de la ciudad brasileña quizás llegaba a la criba final con menos tarea hecha que Madrid, pero su proyecto era sólido y jugaba con la baza de esa norma no escrita -pero de las que casi siempre se cumplen- de la rotación de continentes. Madrid ha hecho un papel excelente en la carrera olímpica y probablemente presentó el proyecto que hoy era más realidad, al tener concluidas siete de cada diez nuevas infraestructuras previstas. Ni esa solvencia ni los esfuerzos del ex presidente del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch, quien apeló a su influencia y a su avanzada edad para pedir el apoyo para Madrid, fueron suficientes para derrotar a la aspirante brasileña. Pero aunque Madrid 2016 sólo se quede en corazonada, el balance de lo sucedido no puede considerarse, ni mucho menos, negativo. Madrid llegó hasta la lucha final y derrotó a fuertes competidoras, incluyendo a Chicago y el apoyo explícito de Barack Obama, que cosechó su primer gran fracaso internacional al quedar descartada su ciudad natal en la primera votación. Y si llegó tan lejos es porque se ha hecho bien el trabajo. Madrid gana de todas formas porque ha crecido como ciudad y se ha dotado de mejores instalaciones. Finalmente, España ha salido fortalecida como país, al presentar un proyecto avalado por la mayor aceptación social y la unión institucional y política. Apelamos a que este fallido intento, al que sólo cabe criticar que aspirase a sabiendas de que en 2012 habrá Juegos en Londres, sirva para enseñarnos a todos, y especialmente a la clase política, la importancia de la unidad y de la ausencia de partidismos cuando están en juego cuestiones de Estado.

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