Madrid sigue ahí

Madrid, pese a las Espes, los golfos, el teatrillo político y las mociones de censura, sigue siendo Madrid

El camarero dice ser de Tomelloso y sobrino nieto, o algo así, del pintor realista Antonio López, que también es de allí. El camarero no me dice eso a mí, sino a una chica muy guapa, clavadita a Concha Velasco cuando era joven y que dice ser de Teruel. La escena se desarrolla en un barecillo low cost del barrio de Atocha, en Madrid, donde uno ha ido a parar con un colega para tomar una cerveza viendo el Depor-Real Madrid. El malagueño Isco, en la pantalla gigante, hace diabluras, pero el resto de los presentes no las celebran, ni locos. "Qué suerte tiene el tío, se cae al suelo y no la pierde", dicen tan panchos, mientras que cada vez que Luisinho cercena un fémur cunden los aplausos locos como si Simeone acabase de renovar. "Aquí casi todos son del Atleti", me dice mi amigo. Y yo le respondo que Madrid siempre ha sido así, del Atleti, india y colchonera, pero que el resto de España, salvo alguno que otro, somos del Madrid. Nos reímos. Nos tomamos otra. Isco sigue a lo suyo y el camarero y sobrino nieto, o algo así, de Antonio López pues como que también. La chica de Teruel ríe en sus veintipocos años, en sus dientes tan blancos y en su simpático hoyuelo. Ríe también en el dragón tatuado de su cuello, en sus ojos achinados y en los chupitos de vodka caramelo. Ríe y ríe. Y mientras lo hace pienso que Madrid, pese a las Espes, los golfos, el teatrillo político y las mociones de censura, sigue siendo Madrid con su cerveza barata y su juventud que se pone la vida por montera, como debe de ser. Pienso en fin, mientras van cayendo los goles y las cervezas, que mientras que en el foro siga habiendo camareros simpáticos y manchegos que se liguen a las clientas España tiene solución. Ojalá pues que queden por ahí muchos sobrinos nietos, o algo así, de Antonio López y muchas turolenses caídas como del cielo con su risa cascabel, su escote abierto al mundo y sus tatuajes de dragón. Porque mientras el poblachón de Madrid aguante vitalista, con sus modelnas de Metro y sus bocadillos de calamar recauchutado, quiere de decirse que la hecatombe que se anuncia para las españas debe aplazarse. El desastre aún puede esperar.

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