No hace falta saber de danza, como es mi caso, para que asistir al espectáculo de Rocío Molina, Caída del cielo, se convierta en una experiencia verdaderamente enriquecedora: un escenario desnudo, cuatro músicos y la presencia de una bailaora que absorbe todas las miradas y lleva al espectador a su universo de movimientos, gestos y significados. Todo es flamenco y todo es danza contemporánea. Desde la pureza más exigente encuentra nuevas formas de expresarse, de contarnos algo que se parece mucho a la verdad y que sólo a través del mejor arte podemos acceder. Contaba Cortázar de una ocasión en la que oía a Lester Young, interpretando Three little words, que aquella noche Lester escogía el perfil, casi la ausencia del tema, evocándolo como quizá la antimateria evoca la materia. De eso me acordé al ver fluir los movimientos entre lo nuevo y lo eterno del prodigioso baile de Rocío y también del final de ese primer párrafo de La vuelta al día en ochenta mundos: "que Lester lanzaba el esquema melódico al reverso de la alfombra donde los mismos hilos y los mismos colores se tramaban de otra manera". Desde mi escaso conocimiento en danza pensé que lo que hacía Young con el jazz debe ser lo que Rocío Molina hace con el flamenco. No lo reinterpreta o actualiza. Lo eleva y transforma para devolverlo a su pureza natural. No hay afectación, ni guiños, todo es natural y verdadero en una artista que es el ejemplo de que no basta sólo el talento o la creatividad ya que detrás de cada movimiento, de cada gesto, se ven años de trabajo, de estudio, de interminables ensayos, de perfeccionamiento, de todo el esfuerzo necesario para alcanzar la excelencia. Sólo así se transmite al público algo indefinible que no es otra cosa que la experiencia inigualable de encontrarte ante el arte en estado puro. El publico que llenaba el pasado jueves el Cervantes se lo agradeció, con una larga e interminable ovación, a la artista que nos había permitido vivir un momento verdaderamente singular.

Malagueños, como lo es Rocío Molina, son Patricia Santos y Samuel Ruiz, los profesores que se han impuesto en sus respectivas categorías en el concurso nacional de educación Educa Abanca. Es tan infrecuente que los profesionales de la educación sean protagonistas de la actualidad que el hecho en sí mismo ya es noticia. Pero ellos, como tantos otros profesionales a los que la sociedad confía la educación de nuestros hijos, la salud de todos, la seguridad, etc. son los verdaderos protagonistas de lo mejor de lo que nos rodea. Pero solemos prestar más atención a los que deshacen que a los que hacen. Pero si supiésemos más de profesionales como Patricia o Samuel comprobaríamos que hay más razones para la esperanza que para el desánimo, para sentirnos orgullosos del modelo social que hemos construido entre todos en nuestro país. Paisanos como esa artista excepcional o como estos excelentes profesores nos hacen mejores a todos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios