Marsé emborronado

Conocemos mucho de Barcelona gracias a tipos como Josep Pla, Vila-Matas o el mismo Serrat

Barcelona es, por muchas cosas, la ciudad más literaria de España. Y no sólo por la cantidad de editoriales y agentes literarios que desde allí dominan el mercado, sino por la cantidad de obras de todo tipo que tan bien la recrean. No la conocemos demasiado, ni tenemos muchas amistades allí. Incluso muchas veces nos resulta lejana, distinta y distante, prototipo de un mundo comercial y mediterráneo tan opuesto al nuestro. Sin embargo, hay un hilo misterioso y seductor en sus historias que nos acerca hacia el sonido de los barcos bufando en la inmensidad de su puerto, a los ambientes sórdidos de la posguerra, a los callejones perdidos del Raval, a los personajes miserables y estrafalarios abandonados a su fortuna.

Casi no hemos estado físicamente allí, pero nos la hemos pateado espiritualmente con Eduardo Mendoza recorriendo La Ciudad de los Prodigios, nos hemos sobrecogido buscando el cementerio de libros olvidados de Ruiz Zafón, y nos hemos vestido en Muntaner 38, la sastrería del padre de Garriga Vela. Conocemos mucho de Barcelona gracias a tipos como Josep Pla, Vila-Matas o el mismo Serrat, a editores tan buenos como Herralde o Vallcorba, a personajes como Tusquets o Lara, a tantos otros que desde el talento nos acercaban a la realidad catalana, tan vanguardia, tan compleja.

La semana pasada nos enteramos de que en una biblioteca de Cambrills, pueblo tristemente conocido por los atentados del verano, aparecieron pintadas emborronando con injurias algunas novelas de Juan Marsé. Uno se imagina la palabra "traidor" ensuciando las brillantes páginas deÚltimas tardes con Teresa, Si te dicen que caí, o mi preferida, Un día volveré, y no encuentra metáfora más demoledora para la situación actual de Cataluña. Al parecer el delito de Marsé, grandísimo escritor e intelectual en el más amplio sentido de la palabra, ha sido manifestar su disconformidad con este referéndum, como tantos catalanes que reniegan del sectarismo.

Poco se puede decir que no haya sido repetido sobre la profunda división que el Procés está produciendo en la misma Cataluña, más que en España, y el grado de indignidad de todo lo le rodea, hasta el punto de devorar a sus mejores hijos. Sólo queda esperar que lo del domingo pase cuando antes con el menor coste para todos, y después, como decía un personaje de Marsé en Rabos de Lagartija, que el tiempo vaya haciendo su trabajo.

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