Dispuestos a que los problemas del PP no tornen suyos, Ciudadanos ha decidido tirar a la presidenta de Madrid por la borda. Ofrecieron a los populares una comisión de investigación que investigaría lo que ya han investigado los medios. Una trampa saducea encaminada a alargar su calvario durante varias semanas antes de ofrecerla en el altar del sacrificio. ¿Qué se puede esperar de una comisión en la que la mayoría de los comparecientes no son diputados, sino miembros de una universidad azotada por una tormenta perfecta, que en manos de la justicia, se ignora a quién terminará salpicando? Judicializado el affaire, el silencio es el primer consejo que da cualquier abogado.

Empeñados en no zozobrar, los populares buscan refugio en cualquier puerto. Y si de preguntar se trata, para demostrar los méritos académicos de su presidenta han contraofertado a sus socios de gobierno que también se les pregunte al secretario general del PSOE, sus portavoces en la Asamblea de Madrid y el profesor que pasó la información a la prensa. Se trata se sembrar dudas sobre si esta tempestad es natural o la desencadenado la pérfida Albión transmutada en Partido Socialista. Ignorando (quizás porque el autor de tan sibilina estrategia nunca curso el máster de patrón de navío) que si la alumna no se hubiera matriculado fuera de plazo, hubiera ido a clase, hecho los exámenes, encontrado su Trabajo Fin de Máster, y no digo ya que el acta no tuviera firmas falsificadas, sino que conociera el nombre de al menos un miembro de su tribunal, la intriga resultaría imposible y las aguas estarían calmas. El profesor se lo ha dicho: "cumple con su obligación". Lo que no es óbice para que esté más cabreado que una mona por la eliminación de los estudios de Sociología que impartía. Tan molesto como tantos otros que ven como disminuye el número de profesores mientras aumenta el de asesores, o son rechazadas sus solicitudes de acreditación para optar a un ascenso en el escalafón mientras se cursan másteres a la carta.

En Master and Commander, el capitán Jack Aubrey corta las maromas que unen la vela caída que lastra su nave y amenaza con hacerla naufragar. Salva a sus hombres a costa de condenar al marinero que a ella se aferra. Rivera ya le ha dado el hachazo a su soga. Queda por ver cuánto resistirá Rajoy. Su condición natural le inclina a pensar que en algún momento amainará el temporal y cruzará el cabo de Hornos.

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