Singladuras

alfredo Asensi

Memoria y lugares

RECORDAR es construir porque la memoria es caprichosa y deformante. Lo ha dicho Iniesta al volver al Soccer City: "Ahora parece todo más pequeño". Al recalcular dimensiones y emociones, al evocar espacios y momentos que fueron relevantes, la memoria tiende a exagerar, a mitificar y a desplegar su vocación creadora. El recuerdo amplifica, sobre todo si remite a las áreas de la infancia. Del gol de Iniesta sólo hace tres años pero es tiempo suficiente para alterar las coordenadas: "Ahora todo parece más cerca, en su día la portería parecía lejísimos". Por muy rigurosa que se pretenda, la literatura memorialística no puede prescindir de este suplemento imaginativo, de este aporte ficcional que nace directamente de la destilación del recuerdo. Asumirlo e integrarlo en el discurso sin hacerle demasiados reproches forma parte de la ejecutoria de los grandes memorialistas. A veces la mejor ficción está en la memoria y la mejor memoria está en la ficción, y así en el regreso al Soccer City Iniesta se nos ha revelado proustiano y un tanto confuso, como si no fuera el mismo campo, como si el tiempo hubiera modificado tamaños, volúmenes, parámetros. La memoria sabe cosas que la razón no entiende. A veces, ya se sabe, es mejor no volver, a veces es mejor darle la razón a esa memoria que idealiza, cambia, barniza, salvo que esperen una mujer, una taberna y un futuro como a Sean Thornton en El hombre tranquilo.

La memoria de los lugares es secreta, exacta y perenne. Investigadores, periodistas y curiosos llevan medio siglo interrogando a la plaza Dealey de Dallas, por la que todavía hay quien pulula esperando ver lo que nadie vio. No hace falta viajar para sentir que se ha estado en algunos escenarios de la memoria universal. Y cuando se consuma el encuentro es inevitable cierto grado de decepción. Ni la Estatua de la Libertad ni la Capilla Sixtina ni Venecia son como pensamos que son. E incluso conociéndolas, no es raro que perviva con más fuerza en la memoria la imagen previa y conjetural que la imagen real y directa. Y así, vivimos entre figuraciones voluntariosas, aproximaciones titubeantes, recuerdos deformados y proyecciones inexactas, en una realidad maleable y dudosa. Cuántas veces un libro releído se nos revela inquietantemente distinto, impugnando la memoria que teníamos de él. Cuántas veces no sabemos qué nos duele y es la memoria.

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