La esquina

josé / aguilar

Meritocracia para la gestión

Apropósito del caso de la Alhambra y la complicada sustitución de su directora, dimisionaria por el escándalo de las autoguías, un buen amigo me plantea el siguiente interrogante: ¿qué harían en un trance semejante los políticos de naciones desarrolladas de nuestro entorno para resolver la crisis planteada en la Alhambra?

La pregunta lleva respuesta incorporada: para acertar en el relevo de la responsable de gestionar un monumento emblemático, declarado patrimonio mundial, el más visitado de España, convocarían un concurso abierto a los gestores culturales que se crean merecedores del nombramiento, examinarían sus currículos, tomarían nota de sus títulos académicos, analizarían sus trayectorias profesionales, debatirían sobre sus experiencias anteriores y se entrevistarían con cada uno de ellos. A continuación elegirían al que creyeran el mejor de los candidatos.

Ya saben lo que hacemos aquí. La Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía propone un nombre, oye a los miembros del Patronato de la Alhambra -entre ellos, la propia Junta, el Ayuntamiento de Granada, la Universidad y el Ministerio de Cultura- y, sea lo que sea aquello que oiga, propone la designación al Gobierno autonómico, que decide. La experiencia indica que se propondrá a un político (Villafranca ha sido de la ejecutiva federal del PSOE y el primer aspirante a sustituirla, Manuel Pezzi, lleva más de tres décadas de diputado y fue consejero de la Junta) y que el debate entre los integrantes del Patronato será de carácter político.

Son dos concepciones de la gestión pública en el ámbito cultural: entre nosotros el criterio que prima es el de la afinidad o la lealtad política, aquel que establece que cualquiera vale para dirigir un monumento de nivel mundial si su militancia no ofrece dudas y que considera que lo público es un botín que se reparte en función del poder que coyunturalmente han adquirido unos u otros. En países más serios el criterio fundamental son los méritos de los aspirantes. Partitocracia frente a meritocracia. Sectarismo frente a independencia. Copo de cargos frente a selección de los más aptos.

Mucho hablar de sociedad civil y despolitización de la gestión, pero no pierden ocasión de meterse en todas partes, favorecer a los suyos y apropiarse de lo que es de todos. Con mentalidad cortijera y maneras despóticas. Hay mucho peligro de que lo hagan también en la Alhambra.

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